11/9/11

Carrie



Carrie es uno de los films más logrados de Brian de Palma, quizás por lo meritorio de su guión, al que la pirotecnia estilística del director no logra hundir: hay lugar para las grandes secuencias -especialmente la del atentado contra Carrie en el salón del baile de graduación, con su multiplicidad de puntos de vista y el suspenso prolongado hasta lo excesivo- pero también para una progresión narrativa que pocas veces se quiebra. Lo más llamativo es la complejidad de los personajes, cuyas motivaciones  terminan siendo ambiguas. La "buena chica" -Sue Snell- termina sobreviviendo pero víctima de una culpa que la atenazará por el resto de su vida. ¿Obró bajo el peso de la buena conciencia liberal o porque realmente se interesaba por Carrie? El film no parece inclinarse por ninguna de las dos opciones: si Sue "entregó" a su novio Tommy Ross como víctima del sacrificio fue para lavar su culpa por haber obrado sin "buena conciencia" en la escena en que Carrie tiene su primera menstruación, plegándose a la burla de sus compañeras.

¿Qué decir de la profesora de gimnasia? Ella tiene bien claro que está del lado de las mayorías que consideran a Carrie un freak (fenómeno), y si bien no quedan muy claras sus primeras actitudes, a la larga vamos viendo que deposita en Carrie una forma de proyección: "ayudar" a Carrie es una forma de reverdecer viejas glorias, pero no un interés en la integración de la pobre Carrie a la sociedad.

Carrie es uno de los films prototípicos de los años 70: su violencia emocional  y su crueldad sólo se ven matizadas por el humor paródico de De Palma. Director posmoderno por excelencia, hace de la cita y la alusión un festín en sí mismo: cada efecto telekinético se ve reforzado desde la banda sonora por los violines robados de Psicosis, la casa de las White remite a la casa de Norman Bates, la escuela lleva por nombre el apellido del famoso psicópata de Hitchcock. Por otro lado, fiel a su maestro, De Palma le interesa más ser verosímil que verdadero, alterando la temporalidad de las escenas -uso de la cámara lenta, uso de la pantalla dividida- a gusto, sin por eso provocar un distanciamiento en el espectador.

A un nivel más simbólico, Carrie -la diferente- termina siendo segregada por mujeres que se han igualado al hombre y hacen usufructo de la libertad conseguida: no sólo le arrojan tampones -símbolo de independencia, ya que permite mayor movilidad y comodidad-, también le prestan el novio (todos los hombres del film aparecen manejados por mujeres, vaciados de motivación propia). El film parece decir: esto es lo que le sucede a una chica con valores tradicionales, virgen, de educación religiosa -la "enferma" en este sentido es la madre, no Carrie - en un mundo dominado por mujeres agresivas, más una "colmena" dominada por muchas reinas y con una única obrera, que un mundo de pares. Este discurso ideológico va en contra de las conquistas ganadas por el feminismo en su etapa de mayores logros y combatividad. En realidad, no cabe esperar otra cosa con aquel De Palma, más preocupado por exportar las formas de su maestro -y como un virus, su ideología- y entretener al espectador que con hacerlo reflexionar (no tiene por qué hacerlo tampoco).

En este sentido, resulta atractivo que lo "chicos malos" del film -la pareja Chris, Billy Nolan- merezcan un final expeditivo: Carrie desvía su auto de la ruta y lo hace volcar e incendiarse. El mayor enfrentamiento es entre madre e hija, lo que es útil también para develar como "mentiroso" el discurso de la madre -reprimida en lo sexual por los "pecados" cometidos- y no por ser una religiosa virtuosa. Representantes del mundo de los "valores tradicionales", estas mujeres dedicadas a la costura y a la catequesis no pueden sobrevivir en el mundo laico y feroz de la profesora de gimnasia, de Sue Snell y de su madre, imbuidas de una falsa conciencia liberal.  Carrie y su madre morirán bajo la mirada de un cristo grotesco empalado en la cruz.  

A diferencia de Hitchcock, el cóctel posmoderno que maneja De Palma -aderezado de mucho humor burlón- hace que no nos lo tomemos muy en serio y que nos dejemos entretener por él, que es lo que mejor sabe hacer. Logra una mezcla de erotismo sutil (la escena inicial de las duchas del vestuario) muy en la onda del fotógrafo David Hamilton y la combina con el horror de  una violación brutal con tampones a una muchacha vulnerable. No son cuchilladas como las que sufre Janet Leight en Psicosis pero casi producen su efecto, alternado con los planos grotescos de las amazonas atacantes.

Sissy Spacek en el rol protagónico, justamente nominada para el Oscar, ya era una veterana cuando fue seleccionada para el film. Entre otros, ya había protagonizado Malas tierras de Terrence Malick. Aparecen la bella Amy Irving como Sue, mucho antes de ser la primera señora Spielberg, y Nancy Allen, poco antes de ser la señora De Palma. Se reflota la carrera se Piper Laurie, olvidada tras tanto melodrama de los años 50, mediante la impactante caracterización de la madre de Carrie (también justamente nominada para el Oscar), muchísimo antes de su protagónico en la serie Twin Peaks. Y se lanza la de un joven John Travolta, poco antes de su consagración en Fiebre del sábado por la noche.

Para finalizar, el guión está construido siguiendo las pautas del cine catástrofe -tan en boga por aquel entonces- y sus alusiones siempre son directas, no hay que escarbar mucho para ver a qué film remiten. El mal está enclavado en la sociedad -de las "mujeres modernas"- y, dentro del fantástico, estamos ante un relato que podríamos clasificar dentro de lo "extraño", ya que la telequinesis tiene entidad dentro de lo paranormal y esto puede ser explicado con una coartada racional, por más que se trate de un comportamiento fuera de lo común.

Carrie también es el film que impone la moda de los dobles finales, con una sorpresa que para aquellos que fuimos sus espectadores en los años 70 era tema de conversación. Esta convención que sería rápidamente agotada por numerosos films de horror y el mismo De Palma, que la repite en Vestida para matar, hoy puede sonar exagerada y remanida, pero no lo era por aquellos tiempos.