19/10/09

Los abrazos rotos



Almodóvar ha realizado con este último film una obra para el museo. No es que no sea un buen film -lo es- pero luce demasiado armado -más que lo habitual- y demasiado reflexivo, lejano a la espontaneidad que solían transmitir sus primeros trabajos, que son los que preferimos.Un hombre mayor (Luis Homar) recuerda su amor por una mujer mucho más joven en un ir y venir de flashbacks entre 1992 y el presente. No es un dato menor que este hombre sea un guionista y director, un alter ego de Almodóvar. Tampoco que esa mujer sea Penélope Cruz, quien cumple puntualmente con tres papeles, una secretaria, un call girl a lo belle de jour, una actriz con reminiscencias de la frescura de Audrey Hepburn.
El film se mueve entre el melodrama a lo Douglas Sirk -aunque sus pasiones estén congeladas en formol-, el film noir y la comedia al estilo de Mujeres al borde de un ataque de nervios, a la que se homenajea con el film dentro del film Chicas y maletas. Como se ve, los personajes tienen dobles y hasta triples identidades, hay homenajes cinéfilos por doquier (una caída de escalera que recuerda a Lo que el viento se llevó, citas fílmicas de Viaje en Italia, de Rossellini), cameos de actrices de otros films del manchego y un grado de estilización de la imagen que es una marca de fábrica.
Pero faltan el humor y la pasión. Y la laberíntica trama, con sus eternos giros y develaciones puede agotar al espectador. En resumen, mucha solemnidad, gerontes y poca emoción.

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