14/7/10

El mundo está loco, loco, loco, loco

En 1963 una feliz ocurrencia hizo que Stanley Kramer -un director con gran tacto para las empresas comerciales- concretara esta película, todo un homenaje a la comedia slapstick de los primeros años del cine. Para ello reunió a muchos de los grandes cómicos de la época, muchos ellos derivados de la televisión y del teatro, y ofreció cameos a otros como Buster Keaton, Jerry Lewis y Los tres chiflados.

Un auto sobrepasa a otros en la ruta y termina cayendo por una loma. Varios de los que venían atrás se detienen y bajan. Ante un auditorio, el moribundo musita que en un parque de California se encuentran enterrados 350 mil dólares debajo de una doble V. La codicia se apodera de los oyentes de esas últimas palabras, lanzándolos a la búsqueda desenfrenada del botín, lo que ocasionará un sin fin de persecusiones, ya sea por aire, tierra y hasta agua. Si exceptuamos el tren y el caballo, Kramer no deja medio de locomoción por explorar.

Incapaces de llegar a una solución grupal, cada uno busca la forma de llegar antes que los otros al lugar. La cuestión es mantenerse en movimiento. Mientras haya movimiento hay comedia, destrozos y equívocos. Algunos llegan a la estafa y a la destrucción de la propiedad privada para conseguir su cometido.

Filmada en Super Panavisión 70 y proyectada en los cines adaptados para el Cinerama, esta comedia fue un gran espectáculo que supo de variadas reposiciones en los años 70 -yo la vi varias veces de chico. Tiene como puntos altos la presencia de Spencer Tracy como el policía intachable que observa con ojo de lince las acciones de los futuros delincuentes sin saber que terminará siendo uno de ellos a través de una desafortuanda cadena de incidentes familiares y laborales. A Ethel Merman -una de las grandes damas del musical de Broadway- como una suegra imperativa con voz de trombón, y destacadas participaciones de Phil Silvers, Milton Berle, Dorothy Provine dentro del destacado elenco. Mientras tanto se deja constancia de las diferencias entre ingleses y estadounidenses (las discusiones entre Berle y Terry Thomas), la obsesión por las grandes mamas que aquejaba en aquella época a los admiradores de Marilyn , y el afán de salvarse económicamente a cualquier costo, sin distinción de clases sociales.

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