3/6/12

Essential killing



El regreso a las pantallas argentinas del maestro Jerzy Skolimowski debe ser celebrado; figura señera del cine polaco, compañero de estudios de Roman Polanski en la escuela de Lodz -colaboraría con él en el guión de El cuchillo bajo el agua-, espíritu cosmopolita que ha filmado tanto en Polonia como en Inglaterra -la recordada La muchacha del baño público (1970), Trabajo clandestino (1982)- y Alemania -Rey, dama, caballero (1972), La nave faro (1985)- se retiró del mundo del cine para dedicarse a la pintura durante años. Ahora lo recuperamos a través de Essential killing, un film que utiliza como punto de partida una circunstancia bélica -la intervención estadounidense en Afganistán- y se enmascara con algunos rasgos del thriller -un talibán que en su propio territorio mata a tres norteamericanos y es capturado y trasladado a una base estadounidense en Polonia de la cual escapa para ser perseguido- para revelar una metáfora sobre el aniquilamiento extremo al que se puede llevar a un ser humano.

Un muchacho muy joven me comentó que durante la proyección del film no había parado de reírse. A mí también me sucedió algo parecido, la acumulación de desgracias que debe atravesar el protagonista llega a un punto tal que la única liberación posible para el espectador ante tanto sufrimiento es la risa. Y no es que uno esté respondiendo de forma errónea a lo que propone el film; la comedia está implícita en su formulación. Pero no, no es la comedia de los hermanos Farrelly, ni siquiera la más cósmica de los hermanos Coen, nada de eso. Aquí estamos bajo la impronta del teatro del absurdo, una corriente literaria expresada en un conjunto de obras -las de Beckett, las de Ionesco, entre otros- que marcó profundamente tanto a Skolimowski como a Polanski y que fuera muy influyente a mediados del siglo pasado, durante su periodo de formación. 

No es que el talibán no quiera responder a lo que le preguntan los estadounidenses cuando lo someten a tortura; no puede escucharlos porque su sistema auditivo ha sido dañado por una bomba. De poco sirve que el árabe -que no está preparado ni para el frío ni para otras inclemencias del territorio polaco- cambie de identidad al trocar ropajes: del naranja al negro y al blanco de los uniformes provistos por los estadounidenses para camuflarse en la noche o durante el día... si no lo aniquilan ellos lo aniquilará la misma Naturaleza. No importa que escape de la tortura a la que los hombres lo someten: desde los interrogatorios a las trampas de oso, habrá perros o bayas comestibles pero embriagadoras que irán sumando heridas a su físico y a su psiquis ya de por sí desestabilizada por lo traumático de la situación. En su obsesión por sobrevivir el talibán matará a varios norteamericanos -uno de ellos miembro de una minoría como él, y de haber podido comprender lo que decía, se hubiera enterado que era padre de familia como él-, a un par de polacos y a un perro; la degradación en la escala no es ingenua, ni en lo cuantitativo ni en lo cualitativo: es la misma degradación a la que será sometido él como sujeto hasta ser transformado en cosa por distintas expresiones de la naturaleza, ya sea el hombre o el paisaje que lo rodea. Ante el hambre ni siquiera hay preconceptos que lo detengan de abusar de una madre que está alimentando a su bebe -como lo hace la que suponemos su bella esposa con su hijo a través de flashbacks que detonan en su mente. Su ansia por la leche materna provocará la muerte de la mujer (la escena también lleva las marcas de una degradación: nada de los colores cálidos y sensuales de la puesta en escena del flashback: la víctima es una mujer gorda a lo Fellini pero virada al gris por la campera y el sombrero que lleva; no hay sol, sólo el blanco de la nieve y el azul de la vestimenta del bebé, que coincide con el azul de la vestimenta que alguna vez llevó su esposa en las fantasías que lo atacan). El mejor amigo del hombre, el perro, multiplicado por diez, puede llevarlo al borde de la locura en un trip indeseado a través de unas bayas silvestres. Será una mujer sufrida (interpretada por Emmanuelle Seigner, esposa de Polanski) quien le devuelva algunos rasgos de la humanidad que la travesía ha borrado; alguien que como él tiene sus capacidades disminuidas, una sordomuda víctima de los malos tratos de quien suponemos su marido, suponemos el día de Navidad -uno de los polacos que sale de la casa entona "Noche de paz"- quien intente reconstruir sobre el tapiz que su cuerpo ofrece los rasgos de un ser humano bañándolo, curándolo, depositándolo en un caballo. Quienes hemos visto La flecha blanca (Lotna, 1958) del maestro Andrzej Wajda, sabemos que ese caballo blanco equivale a un ataúd, metáfora de la muerte, objetivo prometido por las alabanzas a Alá con que la religión recompensa a los súbditos talibanes que hacen bien las cosas. Tamaño esfuerzo, tamaña lucha desproporcionada entre un mismo David y diversos Goliats (los estadounidenses, los polacos, los perros, en fin, la Naturaleza) para llegar a lo que a todos nos espera. Y sí, ante tamaña tragicomedia es natural reírse para aflojar...

Todo este delirio es narrado desde el punto de vista -deficitario, como no podía ser menos- del talibán (denominado genéricamente Mohammed en los títulos finales) interpretado con admirable destreza física por Vincent Gallo (Buffalo 66, The brown bunny). Skolimowski utiliza recursos expresionistas -tomas subjetivas de la mirada borrosa del personaje, la deformación de los aullidos de la jauría, el ruido que invalida su oído durante el interrogatorio- y hasta se permite un flashforward que nos anticipa esta crónica de una muerte anunciada con el ya mencionado caballo blanco. No es poco para un film que no es uno de guerra ni un thriller y que los trasciende, situándose más allá de las ideologías y de los modos de recepción al uso.

Essential Killing ganó los premios al mejor film y al mejor actor en el Festival de Mar del Plata del año 2010.