Esta coproducción entre Argentina, Uruguay y España es un musical pop con algo de pastiche, y tiene más aciertos que desaciertos. Por lo pronto es algo inusual para nuestro cine. ¿Cuál fue nuestro último musical? Me refiero a películas no para el lucimiento de un cantante (Palito Ortega, Cacho Castaña, Rafaella Carrá, etc.) sino que se propongan seguir una historia con canciones y números musicales integrados a la trama. Puede que me equivoque si me tengo que remontar a Los gauchos judíos (Juan José Jusid, 1974) pero no recuerdo otro.
Basado en una novela de Dani Umpi, el novato director uruguayo Martín Sastre sigue el derrotero de Natalia (Natalia Oreiro), una mujer de 30 años cuyo sueño es triunfar como cantante, primero en Buenos Aires, luego en Hollywood. Ya de pequeña (el personaje de Natalia es interpretado por Sofía Silvera, de gran frescura y desenvoltura en pantalla) alberga esas fantasías mientras mira la telenovela Cristal en televisión y su estrella, Jeanette Rodríguez, se le aparece como una especie de hada buena guiándola para que concrete sus sueños de salir de la pueblerina ciudad de Tacuarembó (en el norte de Uruguay). Junto con su amigo Carlos (Diego Reinhold de adulto, Mateo Capo de niño) y la ayuda de Cristo (interpretado por Mike Amigorena), con el que dialoga, se pelea y hasta baila, Natalia atravesará varias vicisitudes hasta llegar a Buenos Aires.
La trama alternará fantasía y realidad hasta un punto en que ya será difícil distinguirlas, a la vez que deconstruye el género y muestra sus mecanismos generadores de ilusión. Entre tanto, se deslizará por el melodrama (una madre que busca a su hija a la que no ve durante años mediante un programa de televisión), el film de terror (en lo relacionado al personaje de Cándida López, una chupa cirios que le hace la vida imposible a la pequeña Nati), el film fantástico (una monja paralítica que suelta la silla de ruedas y salta a bailar), etc. Miss Tacuarembó es una especie de centrifugadora de referencias y citas que incluyen clásicos populares de los años 80 como el film Flashdance (Adrian Lynne, 1982), el grupo musical Los Parchís, la ya mencionada telenovela Cristal, etc., etc., como los reality shows actuales. También hay guiños a Almodóvar con la presencia de una de sus actrices fetiches (Rossy de Palma) y a toda una iconografía gay propia del cine de romanos y bíblico (quizás no haya habido un Cristo tan sensual como el de Amigorena).
Rozando un tono a veces blasfemo para lo que hace a lo religioso (algo que hay que celebrar), aludiendo a situaciones sociales (madres solteras, hijos de tupamaros, etc.), el film se transforma en una verdadera curiosidad que tiene momentos llamativos y otros cercanos a lo bizarro.
La música original, con varias canciones compuestas por Ale Sergi, del grupo Miranda!, es uno de los atractivos del film, como los cameos de Graciela Borges y de la Rodríguez, anteriormente mencionada. También es de destacar el riesgo al que se sometió Natalia Oreiro, estrella de la telenovela local, en un doble papel que demuestra que hay toda una actriz detrás de las ñoñerías a las que nos tiene habituados, a la vez que se luce interpretando más de una inspirada canción.
Aventura impensable para la cinematografía nacional, Miss Tacuarembó deja un sabor agridulce para el que no se deje engañar por tanta fantasía e ilusión. Las imágenes finales de una Natalia madura cantando en "Hollywood" nos dejan ver que muchas veces, para los que estamos al sur de la frontera, no siempre los sueños se hacen realidad.