El nuevo film de Ben Affleck no está a la altura de Desapareció una noche (2007), en principio porque como actor no le llega a la uña del pie a su hermano Cassey (El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, El asesino dentro de mí), que era el protagonista de aquél. Después, porque su personaje hace todo lo posible por caernos simpático para que sintonicemos anticipadamente con su destino final, pero su mirada vacía, su falta de convicción como intérprete lo logran a medias: no nos importa mucho de él como protagonista, pero sí de todos los que lo rodean. Y en este sentido sí que Ben se anota unos puntos: los actores que elige para que lo acompañen en esta aventura son realmente notables, comenzando por el alocado Jeremy Renner (el de Vivir al límite, como su amigo de infancia y socio en los robos a bancos Jem), una bomba de tiempo a punto de estallar, como aquel personaje que Robert Carlyle interpretaba en Trainspotting. Siguiendo por Jon Hamm (protagonista de la serie Mad Men), con el que Ben rivaliza en apostura pero al que no puede sobrepasar en su interpretación: Hamm está muy atinado como el agente del FBI que tiene la convicción de quiénes son los asaltantes pero no tiene todas las pruebas para llevarlos a la cárcel. Rebecca Hall (Vicky Cristina Barcelona), como la enamorada que salta de perplejidad en perplejidad a través de su relación con el personaje de Ben y es capaz de mostrarle una ventana a la vida diferente de la que él ha venido mirando desde pequeño. Y Blake Lively, que sabe sacarle el jugo al papel más endeble emocionalmente, como una ex novia de Ben y hermana de Jem, víctima de la droga; hay una escena en un bar interpretada por ella y Jon Hamm que produce cierta desestabilización al espectador. Otros secundarios notables: Chris Cooper, como el padre de Ben, que lo ha pasado mal en la vida y también paga el precio en la cárcel; Pete Postlethwaite, como el generador de los atracos que Ben y sus amigos parecen esclavizados a cumplir, verdadera imagen del mal.
Las virtudes de Ben, aparte de la sabia elección de actores, se basan en la ambientación -parece conocer mejor ese mundo de la clase trabajadora que Clint Eastwood (Río místico) y Martin Scorsese (Los infiltrados), que también transcurrían en Boston- y en la maravillosa planificación de las escenas de acción, tensas e inquietantes, filmadas más a la europea que a lo Hollywood. Si bien son espectaculares, esas escenas de experto montaje se sienten visceralmente. Ya a nivel de guión, Ben sabe ahorrarle al espectador muchos de esos detalles que anticipan un golpe y nos mete de lleno en el asunto (después de El origen, mi atención se desvanece velozmente si me hacen formar parte de una detallada planificación. Hemos visto muchos films de robos de bancos como para no conocer las convenciones y saber llenar las elipsis).
Ya he dicho: el desequilibrio de este film radica en el protagonismo de Ben como actor, no en sus dotes como director, con su hábil manejo del suspenso y del contenido dramático que tiene entre manos. Creo que cabe esperar más de él, si no se apoya en su desangelado carisma como estrella.