Una mujer escucha a su marido que habla de sí mismo durante largos minutos. Podemos adivinar que eso ha sucedido ya muchas veces. Ella le dice que lo deja, que no lo soporta más. Él le pide que se quede, que se aman, que traten de superar ese momento. Resuelta, ella abandona la casa maleta en mano. Sube al auto y conduce por la carretera. Se larga a llover. Algo le rompe el vidrio frontal del auto. Bajo la lluvia busca refugio en una mansión cercana. Un mayordomo la conduce a un comedor señorial. El dueño de casa le ofrece cenar y que pase allí la noche. Ella, con un cierto resquemor, acepta. En la habitación donde pasará la noche, el reloj no funciona. Cuando ella empieza a conciliar el sueño, reanuda su marcha. Cuando despierta por la mañana (enceguecida por un rayo de luz, tal como el dueño de casa había vaticinado) descubre que está sola en la mansión, pero le han dejado a mano los elementos para que se prepare el desayuno. Abandona la casa; el auto la espera, el vidrio delantero reparado. Toma un camino por el bosque; la reenvía hacia la casa. Toma otro camino; sucede lo mismo. Caminando, intentará rodear el murallón de otra casa. Tratará de acceder, trepándose. En vano. Se topará con un hombre vestido de blanco que le dice que no haga preguntas, que ahí rige otra lógica. Volverá a la mansión. Pasará otra noche. Se topará con raros espejos. Con niños que son niñas. Con un niño que gusta de los pájaros enjaulados. Con el fruto de una lluvia de pájaros muertos. Con un restaurante en el que se celebra una fiesta poblada de personajes grotescos donde nunca le servirán la cena. Volverá a la casa. Volverá a recibirla el mayordomo. Leerá "Ficciones" de Jorge Luis Borges. Escuchará discos rayados que repiten el mismo segmento una y otra vez. Hablará con el dueño de casa que le informará que está en franco descenso hacia el infierno. Ya aprendió que no debe hacer preguntas. Podrá irse finalmente en el auto otra noche de lluvia (¿la misma noche en que partió?) La veremos muerta una mañana radiante, el auto estrellado contra un árbol, el vidrio frontal totalmente estallado.
Someramente y con muchas licencias, hemos resumido la trama de esta adaptación muy libre de "Alicia en el país de las maravillas" que Chabrol abordara en 1976. Su protagonista se llama Alicia Carol y está interpretada por Sylvia Kristel, de escandalosa fama por las películas eróticas de la serie Emmanuel.
Film curioso y poco conocido, en él Chabrol se aboca a estudiar la conducta de la impávida Alicia mientras deambula de un encierro a otro, como si fuera uno de esos pájaros enjaulados que tendrán un vuelo muy corto. La observa comer, desplazarse, desnuda al levantarse. No nos deja saber nada de ella anterior a la escena con su marido.
Woody Allen nos ha mostrado el Infierno en Los secretos de Harry (1997), un infierno colorido, risueño, pantagruélico. Chabrol, nos narra el Limbo, la abstracta antesala que separa a los vivos de los muertos, un largo pasadizo pesadillezco en la que esta Alicia encuentra la salida a través de una diminuta puerta negra.
Moralista y sarcástico, con el cierre del film, Chabrol nos dice que esa burguesa -siempre bien vestida, con sus zapatos de tacos altos, muy incómodos para desplazarse por el bosque- jamás debería haber abandonado a su marido, porque el aprisionamiento la acompañaría hasta la muerte.