Como sucediera con Truman Capote en el caso de Capote (Bennett Miller, 2005) e Infame (Infamous, Douglas McGrath, 2006) han coincidido en el tiempo dos
películas que tienen como centro el mismo personaje. En esta ocasión se trata
de uno de los directores de cine más importantes de todos los tiempos: Alfred
Hitchcock. Una de ellas -Hitchcock-
se centra en las tribulaciones que el director enfrentara al momento de
realizar Psicosis (Alfred Hitchcock,
1960) -quizás el film de horror más famoso de la historia del cine-, tiene un
gran presupuesto, grandes estrellas y una puesta en escena estilizada. La otra
-The girl- toma como punto de partida
la intrincada relación entre el director y la actriz Tippi Hedren, a la que
hiciera saltar a la fama por sus roles en Los
pájaros (The birds, Alfred
Hitchcock, 1963) y Marnie la ladrona
(Marnie, Alfred Hitchcock, 1964). The girl es más modesta en sus
ambiciones, es una producción para el cable -de HBO en asociación con la BBC-,
está protagonizada por sólidos actores de carácter y posee un estilo
naturalista y despojado que la acerca a la abstracción.
Hitchcock muestra
prontamente sus limitaciones. La encarnación que hace Anthony Hopkins del
director no resulta muy creíble al basarse en la imitación y en la exaltación
casi grotesca de los rasgos superficiales. Oculto detrás de toneladas de
maquillaje, uno escucha al sirviente de Lo
que queda del día (The remains of the day, Mike Nichols,
1993) y no al circunspecto director, famoso por su humor socarrón. El film
tiene un epílogo y un prólogo presentado por el personaje, como si fuera un
capítulo de la serie que concibiera para la televisión. Lo que queda en el
centro está en parte dedicado a la concepción, la ejecución y el estreno del
film a rodarse y a la relación entre Hitchcock y su esposa Alma Reville,
interpretada por Helen Mirren con una autoridad y una presencia en pantalla de
las que Hopkins en esta oportunidad carece. Según los guionistas, Psicosis no hubiera sido lo que fue sin
la intervención de Alma, capaz de reemplazar a su marido detrás de las cámaras
un día en que él está enfermo y de tomar decisiones cruciales a la hora del
montaje y la musicalización del film. Hasta aquí todo bien, siempre se supo que
Alma era fuente de consulta para el director aunque nunca que tuviera el
protagonismo que el film le otorga. Pero cuando la trama entrevera los
obstáculos que Hitchcock debe enfrentar en la producción con una relación que
Alma inicia con un guionista que quiere que el inglés le filme uno de sus
escritos, o cuando aparece el asesino serial Ed Gein -inspiración para el
personaje de Norman Bates según confiara el novelista Robert Bloch- en una
serie de situaciones surreales, cualquier atisbo de verosimilitud que pudiera
conferírsele al film se va por el resumidero.
The girl tiene un
sólido basamento en la caracterización que Toby Jones (también protagonista de Infame) realiza del director, menos
apoyada en la exterioridad de los recursos. Por otro lado, el guión encara
hacia el drama psicológico al focalizar en los reiterados intentos que Hitchcock
hiciera para vencer la resistencia de su protagonista (una más que decorosa
Sienna Miller, que de a ratos se asemeja más a la Kim Novak de Vértigo -(Vertigo, Alfred Hitchcock, 1958)- que a la madre de Melanie
Griffith) antes sus avances sexuales. Así es como vemos que a medida que el
rodaje de los dos films que tuvieron a Tippi Hedren como protagonista se va
ejecutando las pullas sádicas del inglés se van transformando de rimas obscenas
a ataques no avisados con pájaros artificiales y reales. Alma aquí está
encarnada por Imelda Staunton (protagonista de Vera Drake (Mike Leigh, 2004) y resulta más ajustada en su retrato
por su apariencia ratonil y reticente que la portentosa Mirren. El film no se
permite florituras estilísticas que distraen de lo que tiene que narrar y se
ajusta a los hechos (la misma Hedren ha sido consultada para la producción).
Extrae temas que anidan en la obra del director y los plasma dramáticamente:
por ejemplo, vemos cómo se traslada la obsesión del protagonista de Vértigo por esculpir a una mujer hasta
convertirla en un sueño idealizado en el detallismo con que el realizador va
eligiendo el vestuario, los peinados y hasta el lápiz de labios que su actriz
debe utilizar para encarnar su propia fantasía.
Como no podría ser de otra manera en un director que se
especializó en la plasmación de complejas relaciones entre víctimas y
victimarios, el poder es uno de los temas dominantes en ambos films. Hitchcock, detrás de su frívola
apariencia de revista Caras, con sus satinadas recreaciones de estrellas -muy
adecuadas en el caso de la Janet Leigh de Scarlett Johansson y el Anthony
Perkins de James D'Arcy, no tanto en el de la Vera Miles de Jessica Biel- y de
los ámbitos en que se mueven, utiliza la famosa escena de la ducha para que el
director se vengue de cada uno de los que le ha puesto obstáculos desde el inicio
de la producción, descargando creativamente a pura cuchillada su impotencia.
Amén del vínculo entre marido y mujer, donde el conflicto exige que ella se
entregue en cuerpo y alma a la construcción del Olimpo donde quiere figurar su
marido a sabiendas que su nombre nunca figurará en la placa de los arquitectos
de semejante proeza.
En The girl se
combinan el mito fáustico con el relato de La bella y la bestia para dar cuenta
de la ambición de una joven modelo que quiere ser estrella y soportará masoquistamente
los ataques de su Pigmalion -"seré masilla en sus manos señor
Hitchcock"- y la tragedia de un hombre que lo tiene todo menos la apostura
de un Cary Grant o un Sean Connery para servirse en bandeja a la rubia de sus
sueños. Aquí la impotencia se tematiza en reiteradas oportunidades pero en el
ámbito de lo privado más que en el de lo creativo. La imagen que The girl construye de Hitchcock es la de
un hombre que se declara impotente sexualmente pero no dubitativo de lo que
debe hacer en su trabajo. ¿Cómo se sobrepone a esa permanente humillación de
ser rechazado por el objeto de su deseo? El film es hábil al escenificar cada
acoso hacia la víctima: el reiterado ataque de los pájaros sobre el cuerpo de
Hedren a lo largo de cinco días se alterna con tomas en que ella se ducha,
implicando la escena más famosa de Psicosis,
en sí misma toda una violación simbólica. La situación dejará a la actriz en un
estado catatónico similar a aquel en que termina el personaje de Melanie
Daniels en Los pájaros. La famosa
escena de la violación durante la noche de bodas en Marnie es escenificada de manera tal que, en el momento de rodarse,
Tippi se desnuda para Hitchcock (a través de la mediación del actor, un Connery
de espaldas). La determinación de la actriz a conseguir su lugar en el Olimpo
de las estrellas hará que se recupere cual ave Fénix tras cada embate.
En definitiva, en la comparación entre las dos películas,
triunfa el feeling y el laconismo
inglés que se desprende de The girl
por encima de la parafernalia estadounidense de Hitchcock, por hacer de la sutileza una estrategia y apoyarse en un
realismo de las situaciones y emociones en juego que la brocha gorda del
proyecto más fastuoso -con sus permanentes digresiones- no puede
permitirse.