20/4/11

Los Marziano


En su tercer film la realizadora Ana Katz (El juego de la silla, Una novia errante) se ha propuesto una comedia asordinada que esquiva los lugares comunes. Aquí se trata del reencuentro entre dos hermanos, Juan y Luis. El primero (Guillermo Francella, alejado de su personaje televisivo) llega desde el interior para tratarse de una afección que le impide la lectura de las palabras y el registro de ciertos objetos con los que suele chocarse. El segundo (Arturo Puig, interpretando a un patriarca hosco alejado del molde que instaurara en Grande pa), de holgada posición económica, ha caido en uno de los misteriosos pozos que alguien cava en el country en que vive y parece obsesionado por ello, fracturándose un brazo.

Buscando la reunión de ambos personajes, la hermana de ambos (Delfina, interpretada con cierto desparpajo por Rita Cortese) y Nena (Mercedes Morán), esposa de Luis y que alguna vez tuviera algo que ver con el hermano de su marido.


Enfermedad, dinero y afectos son cuestiones con las que el guión atraviesa a sus personajes. Los problemas de salud aquejan a los hermanos, el dinero los mantiene a la defensiva a uno del otro, la relación de Juan con su ex esposa y su hija -con la que apenas mantiene un vínculo lejano- y la tensión que anida en el vínculo entre Luis y Nena configuran la trama del film, al que Ana Katz dota de una puesta en escena funcional y cuidada, con espacio para algunos apuntes curiosos -la relación de Luis con los guardias del country y sus vecinos; la obsesión de Delfina por encontrar al médico eminente que cure a su hermano de una vida llena de fracasos; etc.


Con facilidad para radiografiar los vínculos familiares desde una mirada oblicua, Katz -mucho menos directa que en su opera prima- nos entrega un film incómodo que se aparta del molde costumbrista y naturalista y evita el final a toda orquesta; la esperada reunión se da en la intimidad y no frente a la mirada de la decena de comensales ansiosos, con gestos mínimos, cálidos y sinceros. A partir de allí, quien caiga en el pozo será otro habitante del country, pero ninguno de los dos hermanos.

14/4/11

Potiche


Potiche es una farsa basada en una obra teatral de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy, que en nuestro país sirviera de vehículo para Mirtha Legrand. La versión cinematográfica se la debemos al ubicuo Francois Ozon, y en su obra está más cerca de 8 mujeres que de Bajo la arena, por lo que tiene de frívola y juguetona. También sirve de vehículo estelar para que Catherine Deneuve exhiba mucho de lo que aprendió a lo largo de casi cinco décadas de actuación.

La obra de por sí ya es lo suficientemente artificiosa, pero en manos de Ozon, este vetusto vehículo se transforma en un chupetín de paleta colorido e irónico. La historia de la mujer burguesa que no es más que un florero en su casa y se vuelve una eficaz ejecutiva a la vez que toma conciencia de su lugar en la escala social, con todos los guiños que tiene hacia el feminismo y las políticas de izquierda de los años 70, recibe un tratamiento que la emparenta más con una adaptación de Blancanieves y los 7 enanitos que con el estilo de las comedietas que el cine galo solía ofrecernos en aquella época. La puesta en escena -fundas para los teléfonos y las teteras, peinados elaborados como un bizcochuelo marmolado, vestuario digno de las páginas de la revista Burda-, el estilo actoral, la banda sonora, los títulos impresos sobre la imagen, la fotografía de colores fuertes y esfumados, hacen del film un ejercicio de conciencia liviano y divertido.

Deneuve y Depardieu -como un diputado comunista que guarda un pasado común con la ejecutiva de la fábrica de paraguas- parecen divertirse a lo largo del film: sus apariencias contribuyen al artificio. Deneuve exhibe una mueca agria como rastro de su última cirujía estética, a la vez que el actor llena la pantalla con su excesivo tonelaje corporal. El resto del elenco se suma a la gozosa algarabía con peinados cuidadosamente elaborados y vestuario al tono, tan funcionales como sus interpretaciones.

Hay tres secuencias que destacan: el comienzo, con la Deneuve trotando con un jogging rojo, hablando con las ardillas y anotando frases en una libretita. Cuando baila música disco con Depardieu en el ilícito antro llamado Badaloo. La escena final cuando, tras haber ganado las elecciones, gatilla una canción seguida por los miembros de minorías oprimidas a los que ella ayudó a librerarse.