Ganador del premio especial
del jurado en el último Festival de Cannes, el film de Robin Campillo relata
las experiencias de un grupo de activistas en la Francia de 1995. Se trata de
la agrupación ACT UP, de la que el mismo director formara parte, que buscaba
caminos alternativos para llamar la atención sobre el VIH, al que la sociedad y
los gobiernos de la época solían darle la espalda, la primera por prejuicios,
los segundos por desinterés. Otro blanco de la agrupación eran los laboratorios
farmacéuticos, que demoraban la producción de los nuevos cocteles virales que
constituían la única posibilidad de vida de muchos de los infectados.
El film consta de una
primera parte donde las asambleas de la organización derivan en violentos
ataques simbólicos: ya sea desde arrojar bombas de sangre –falsa- a dirigentes
políticos o en las oficinas de uno de los laboratorios, a las que irrumpen sin
anunciarse. También la concientización en los colegios, ingresando a veces sin
el permiso de la autoridad docente para informar sobre la necesidad de que los
jóvenes utilicen preservativo en sus relaciones sexuales, no compartan agujas
hipodérmicas si se drogan y sean conscientes de que no es una enfermedad que
sólo ataca a una minoría.
En la segunda parte, las
historias personales de algunos de los miembros se van desarrollando con mayor
fluidez. Uno de los fundadores de la agrupación, Sean (potente interpretación
de Nahuel Pérez Biscayart) se enamora de Nathan (Arnaud Valois). La relación
entre el muchacho infectado por el virus y el que no ha sido tocado por él está
tratada con realismo y una gran dosis de compasión y de lealtad, a
medida que la salud de Sean se va deteriorando. En este sentido, la
escena en el hospital, donde Nathan lo masturba, logrando que vuelva a conectar
con la vida, es a la vez de una ternura y una emotividad pocas veces plasmada
en la pantalla.
El film posee un estilo
hiperkinético para narrar las asambleas y las acciones violentas del grupo
–única manera de figurar en las portadas de los diarios- y logra cierto
lenguaje poético en las variadas escenas donde los muchachos se distienden en
las discotecas: las motas de polvo resaltadas por la luz metaforizan el virus y
nos recuerdan que todos somos parte de una red en la que su acción pulula y
puede trastornarnos la vida de no adoptar los cuidados necesarios. En los años
90 el virus era mortal; hoy día los cocteles se han perfeccionado y la multitud
de pastillas que se debían tomar diariamente se han sintetizado en una única de
gran tamaño. De no tener problemas secundarios –enfermedades del hígado o baja
tolerancia a la medicación- el paciente se negativiza velozmente, subiendo sus
defensas y evitando las consecuencias destructivas del virus… pero está
obligado a tomarla cada día de su vida, y todavía no hay pruebas certeras de
los efectos de su consumo a lo largo de los años.
En este sentido el film se
constituye en un acto político, porque llama la atención sobre el tema en los
países que –como el nuestro y por diversas circunstancias- no toman al respecto
medidas de concientización de la población mediante campañas, que suelen
molestar a distintos grupos de poder.
Campillo acude a un lenguaje
didáctico que aborda la cuestión desde sus diversas aristas y hace hincapié en
la importancia de utilizar el preservativo, entre otras medidas. Guionista de
varias de las películas de Laurent Cantent, como El empleo del tiempo,
Bienvenidas al paraíso y Entre los
muros, Campillo pone el acento en cuestiones sociales de amplio espectro,
donde la necesidad de dejar en claro una línea de pensamiento no opaca lo
poderoso de la historia narrada. Una de sus películas anteriores como realizador,
Eastern Boys (2013), se ocupaba de la
prostitución masculina ejercida por muchachos inmigrantes en Francia, dentro de
una trama donde el romance y el cuidado del otro se entrelazaban de manera
atractiva.
Ese cuidado se nota también
en la intención de no irritar al espectador con escenas de sexo entre hombres
de alto voltaje ni con la exhibición descarada y oportunista de las
consecuencias de la enfermedad sobre el joven cuerpo de las víctimas. Es un
film cuya intención es llegar a la mayor cantidad de espectadores,
independientemente del colectivo al que pertenezcan.
Más allá de las acciones
agresivas de la agrupación –no hay que olvidarse que sus resultados podían
arrojar una diferencia en el combate entre la vida y la muerte en que se
debatían muchos de ellos-, sobreviven la ternura y la poesía. En medio de un
sueño del protagonista, la sangre, símbolo de vida y de muerte en este
contexto, se apodera del cauce del Sena, aludiendo al poder mítico del agua
para la renovación y el desarrollo de los ciclos vitales.
Preguntas y respuestas con
un actor argentino: Nahuel Pérez Biscayart
El film se exhibió en el
cine Gaumont el miércoles 29 de noviembre en calidad de pre estreno, en la Semana
del Festival de Cine de Cannes. Entre los asistentes se podían divisar a
celebridades como Ana María Picchio, Mirtha Busnelli y el escritor Alan Pauls.
Tanto antes de la proyección como al finalizarla, el presidente de la
institución –el más importante de los festivales cinematográficos, bastión del
cine de autor, aunque cada vez más permeable a expresiones masivas- Thierry
Frémaux, a través de su simpático español tachonado de giros franceses, se
refirió al film y presentó a su protagonista, Nahuel Pérez Biscayart, al que
recordábamos por sus interpretaciones en Glue,
El aura, XXY, y la asombrosa La sangre
brota, entre otras. Nahuel viene desarrollando el grueso de su carrera en
Francia desde el año 2010.
Finalizada la película se
habilitó una sesión de preguntas y respuestas y Nahuel volvió al escenario del
Gaumont, su delgada estampa enfundada en unos sobrios y elegantes pantalón y
remera negros. He aquí parte de la transcripción del evento:
Señora: Hay dos momentos para
el personaje central: uno en que sabe en que comienza su agonía, en que repara
en los sonidos, los colores, y lo corta diciendo que era una broma. Luego, ya
hacia el final, dice que no sabe que si lo que sucede es por miedo o por dolor.
En esos dos instantes en que se debate el personaje y que para mí son puntuales.
¿Cómo los encaraste como actor?
Nahuel: está buenísima la
pregunta. Esos dos momentos que marcás son un poco la síntesis de los dos
momentos de la película. En la primera parte, en el subte, el personaje todavía
lucha por vivir y tiene todavía esta especie de humor, de cinismo, de distancia
con la enfermedad que es muy clara. Aunque igual creo que en esa broma algo de
real posiblemente haya. Y la segunda parte es cuando ya tiene un muro, cuando
se da cuenta que ya no hay posibilidad de tener distancia con la enfermedad
porque ya está llevándoselo. Y tu pregunta era cómo encarnar eso. No sé. Me es
imposible de describir. Por eso actuamos. Hubo algo de la escena del subte que
es muy colectiva. Que tiene una suerte de mezcla de la irreverencia con la
gravedad. De eso nos hablaba mucho Robin, el director. De esa especie de distancia
constante y humor que les permitía a estos pibes sobrevivir y estar con vida. Y
en la segunda parte de la película me parece que es una especie de despojamiento
total, una especie de soltar, de no fabricar nada, a diferencia de la primera
parte en que se fabrica la vida extrema, personajes que casi se están
representando a sí mismos…
Señora: Luchan contra el
tiempo.
Nahuel: Sí, estoy totalmente
de acuerdo. En la segunda parte tratamos de despojarnos, de hacer que toda la
ausencia de eso vivido cobre peso en la mirada y en la manera mucho más franca.
En la segunda parte es la primera vez en que vemos al personaje mostrar su
dolor más puro y franco en la agonía. Es difícil, me gustaría poder responderte
con más precisión.
Otra señora: a mí me
interesaba saber si vos habías tenido, en lo personal, algún contacto cercano
con enfermos o con la enfermedad en sí, previo a esta película. Porque para quienes
hemos tenido cerca la experiencia de esta enfermedad, es tan logrado tu
trabajo, es tan fuerte y conmovedor, que me interesaba saber si habías tenido
esa experiencia.
Nahuel: no. Tuvimos un montón
de procesos, de preparación, nos documentamos, leí un montón de cosas, vi
documentales. Tuvimos acceso a los archivos de televisión de la época, tuvimos
un trabajo de preparación muy claro, pero contacto directo con gente que haya
estado en esta situación, no. Vi un documental increíble que se llama Silverlake Life: The View From Here,
sobre una pareja de seropositivos que se filman mutuamente, a los que la
enfermedad se los va llevando. Y ese documental fue para mí la pieza clave de a
qué lugar físico te podía llevar, que nunca lo había visto porque la ficción es
siempre… no había ningún tipo de comparación. Y cuando vi eso no tuve ninguna
necesidad de ver las películas de ficción que se habían hecho sobre el tema,
porque me parece que iba a quedar todo como una especie de cotillón barato.
Cuando ves ese documental y esa realidad cadavérica decís, ah bien, vamos hacia
ahí. Pero eso fue todo. Y luego sí, tuvimos unas charlas muy interesantes con Philippe Mangeot, el coguionista de la
película, que nos hizo una especie de lectura de conferencia a todo el elenco,
un día en el anfiteatro cuando ensayábamos, y nos habló en tiempo presente cuál
era nuestra situación. Y él es un profesor, muy genio. Y el poder de su palabra
nos atravesó a todos. Y a partir de ese día, unos días antes de comenzar el
rodaje, todos estuvimos atravesados por una especie de emoción urgente que nos
puso en una sintonía muy emocional y de conexión eléctrica entre todos los
actores.
Thierry: me sale preguntarte
qué sabías de la enfermedad antes de leer el guion, de lo que pasó
especialmente en Francia y de la lucha de ACT UP.
Nahuel: no sabía nada. Había
visto el triángulo rosa, alguna imagen de archivo, pero no, no sabía nada. Leo
el guion y descubro claramente este universo. También yo nací en el 86, crecí
con el preservativo en la cabeza desde que tengo memoria. Sí me acordaba de
asociaciones, no sé si quizás equivalentes, como la Fundación Huésped, acciones
como el preservativo en el Obelisco, pero nunca viví la sexualidad desde un
lugar de terror, eso no existió, por suerte. Gracias a ellos y a otras personas que quizás antes
habían hecho el trabajo que el estado y los laboratorios no habían hecho.
Thierry: ¿Elegiste hacer la
película por la calidad del guion o por el contenido de la película?
Nahuel: se fue confirmando a
medida que trabajamos. Tuvimos un proceso de casting muy largo, en total duró 9 meses. En mi caso me confirmaron
bastante temprano. Pero te diría que leí el guion, me reí, lloré, me pasaron
cosas como cuando uno lee una buena novela. Me pasaron cosas que generalmente
no me pasan cuando leo un guion, y eso es que -si confío en mis reacciones
corporales- es porque algo en general pasa. Me dio mucho miedo porque actuar
esto era un desafío bastante importante. Y luego cuando conozco a Robin, veo
que él estaba atravesado por esto, y me habló durante una hora de otra película
que iba a hacer, y yo no entendía para qué nos habíamos juntado porque yo había
leído otro guion. Hasta que en un momento me dice ésta es la película que quiero
hacer. Y ahí entendí que había algo muy fuerte que se movía en él. Y luego, en
el proceso del casting, nunca sentí
que estábamos siendo juzgados como actores, se empezó a armar algo del orden
del trabajo, de la intimidad, algo que empezó a circular muy rápido con él. Y
es de una generosidad, de una precisión en lo que nos quería transmitir que
fue, te diría, casi un proceso inverso, de deconstrucción y empezar a absorber
esto que venía de Roman, de Hugues Charbonneau, el productor, que también
estuvo en ACT UP, ambos fueron militantes de ACT UP, un detalle que quizás
muchos no sabían. Hugues estuvo acá, muchas escenas que vemos en la película él
las vivió, el coguionista también. Fue como si hubiéramos canalizado cosas de
manera medio inconsciente, porque cuando nos encontramos con gente de la época
nos ven como una especie de médiums de algo que nosotros vivimos de manera
mucho más libre e impune, sin tanta carga política y emocional. Y también ha
sido como dos generaciones que se encontraron, de alguna manera. Robin nos pudo
dar todo esto para que hiciéramos lo que quisimos, no un trabajo de imitación,
de trabajar la época. Es como que él nos lo dio y confió en nuestra digestión,
digamos.
Señor: quería en principio
felicitarte y al festival por darle este lugar al film. Además quiero contarles
que el Hospital Muñiz tiene faltante de medicación en este momento. Es la
tercera vez que pasa en este año en Argentina, en Buenos Aires. Eso, en esa
época, en Argentina, se lo llamaba terrorismo sanitario por parte del estado
nacional. El Ministerio de Salud me dijo hoy que quizás la semana que viene
haya medicamentos. Quizás la semana que viene. Eso.
Ana María Picchio: buenas
noches. Nosotros hicimos con Darín en los años noventa y pico la primera obra
de teatro (Algo en común) acerca del
SIDA. Era la historia de mi marido que se había muerto y, cuando se separó de
mí, se fue con Darín, que era el otro personaje. Yo llegaba a esa casa donde
ellos habían vivido juntos con Cabré (Nicolás), que era mi hijo, que era chiquito,
a pedirle el departamento, a pedirle el piso. Entonces él me contaba lo que
había sido cuidar a mi marido. La obra la dirigía (Emilio) Alfaro. Trabajamos
mucho mucho tiempo. Era pleno momento del SIDA. Donde la gente se moría. Mi
marido me lo había contagiado a mí. Yo tenía SIDA. La pareja de él, o sea
Darín, no. Y yo decía por qué yo sí y vos no. Y él decía porque nosotros nos cuidábamos,
aprendimos a cuidarnos. Yo te juro que esta noche me he dado cuenta de lo que
no me había dado cuenta durante la obra. Lo que deben haber pasado estos dos
muchachos. Pude recrear a través de toda la película y de tu trabajo y el de tu
compañero, el sufrimiento. Tengo Reliveran adentro de la cartera y tuve que
tomar porque me estaba descomponiendo. O sea que fue muy fuerte la película,
muy importante, para nosotros los de esa época. Y siento orgullo porque te
conocí de potrillo, de que hayas hecho este papel en esta película, con este
director y con estos actores, y que estés al lado de Thierry y que hayas estado
en Cannes. Verdaderamente es un orgullo como argentina y como compañera.
Nahuel: Gracias.
Señor: Les quería contar que
en la sala de arriba tenemos una película, El
puto inolvidable. Es la historia
de Carlos Jauregui. Carlos trajo su militancia de haber estado en París y ver esta
lucha. Eso, una invitación para ver muchos puntos de contacto. El tema de
compartir la muerte del compañero.
Thierry: Gracias. Si no hay
otra pregunta yo quería agregar que es una película de Historia, no sólo de lo
ocurrido hace 20 años, sino también del presente, porque es una película que
enseña. Creo que Jean Paul Sartre dijo tenemos siempre razón de protestar. Y
esta película dice eso, que de cualquier manera que se hace, hay que hacerlo. Y
ahora que sabemos lo que resultó y lo que pasó, es una película de justicia
también, por todos los chicos y chicas que hicieron cosas que, aún en este momento,
aún en Francia, para la gente parecían agresivas. Pero la situación era tan
grave… y ahora también. Quizás no en Francia, pero afuera, en Africa…
Nahuel: sí, es muy fuerte cómo
en Francia, la gente adulta que vivió esta época venía a hablarnos con mucha
culpa o para expresar cuán necesaria era la película, como si hubiera sido todo
este tabú o esta bola de indiferencia, de clandestinidad, todo lo no hablado de
esa época, de golpe, poder verlo en pantalla, hay una especie de catarsis
colectiva muy fuerte. Creo que eso es también lo que hizo que la película
funcione tanto. Porque es una película sin figuras conocidas, no hay nada que
pueda atraer a un gran público, y sin embargo lo hizo. Después nos escriben las
chicas de 14, 15 años a las que les encantan las escenas de sexo entre hombres,
como que rompe tabúes la película en un montón de lugares.
Thierry: Y desde el punto de
vista de la historia del cine es una cosa rara en una película del SIDA. Son
buenas películas. La película de Jonathan Demme, Filadelfia. La película de Roger Spottiswoode, Y la banda siguió tocando. Pero acá hay algo de dignidad, algo de
colectivo, como una responsabilidad colectiva, al frente de la Historia y al
frente de todos los que han muerto.
Nahuel: Y es verdad que en
Europa no había habido muchas películas sobre el tema. Y esta tiene mucho peso
por esto, porque la mayoría provenían de Estados Unidos.
Thierry: Sí, sí. Quiero
agradecer a Nahuel… (Aplausos)
Nahuel: muchas gracias.
Antes de despedirme quiero brindar mi apoyo a la familia del mapuche muerto,
que se llama Nahuel como yo. (Aplausos)