El viernes 23 partió Dardo Tello. Lo conocí cuando yo daba un cine debate en el centro Shuren, en el barrio de Belgrano, allá por 1997. Desde entonces, asistió a mis charlas sobre estética del cine durante más de una década, siempre un oyente inquieto, luego un amigo reposado, al alcance de la mano cuando uno lo necesitaba.
De profesión abogado, Dardo amaba el cine, la literatura y la filosofía. Obstinado realista, daba batalla cuando se presentaba algún rasgo en algún film que desafiaba su concepción de lo real. Costó convencerlo de que "lo real" es una convención, que las películas no eran un documento de la realidad, sino construcciones, como cualquier obra de arte. Quedó muy sorprendido con Zelig, de Woody Allen, film que desmonta las convenciones del documental, a la vez que las parodia y se ríe de ellas. Con el tiempo, descubrí que los cursos que más había disfrutado eran los que versaban sobre Kubrick, Bergman y, curiosamente, Luis Buñuel, uno de los padres del surrealismo cinematográfico.
Una de sus películas favoritas era If..., de Lindsay Anderson. Allí, unos jóvenes maltratados en una institución escolar inglesa se rebelan y ensayan la toma del colegio, armados, haciendo su propia guerrilla, su propia revolución. En determinados segmentos, y con cierta lógica onírica, Anderson -uno de los padres del Free Cinema y del movimiento documental previo, que permitieron el retrato de las clases trabajadoras y sus costumbres en un cine casi siempre copado por la representación de la problemática de las clases medias y superiores- alterna la fotografía en color y en blanco y negro. No hay un método en esa alternancia. No hay tangibilidad en que lo representado ha sucedido o es parte de un sueño o un deseo a ser cumplido.
La última vez que vi a Dardo fue hace casi un mes, cuando me visitó en el videoclub donde trabajo. Lucía muy desmejorado y expresaba cierta angustia, lógica ante esa enfermedad que lo había tomado por asalto a él, alguien siempre mesurado, equilibrado, un verdadero deportista, siempre participando en prácticas de ciclismo y natación, viajes y excursiones tanto en el interior del país como en el exterior . Traté de ofrecerle cierta tranquilidad, diciendo que lo que se le presentaba era un desafío que pondría a prueba esa intensa espiritualidad que había desarrollado en su derrotero y en su contacto con el arte. Espero haberle ofrecido algún consuelo en ese momento...
La última vez que lo escuché habrá sido hace dos semanas, cuando me habló por teléfono con su voz grave para pedirme si le podía pasar a mp3 unos vinilos que quería volver a escuchar o nunca había escuchado (desde la rotura de su bandeja giradiscos) para aliviar sus horas mientras se sometía a los tratamientos que la enfermedad conllevaba. Una conocida común me los alcanzó y pronto le hice llegar el fruto de la transformación, deseando fervientemente que la música invocara esa calma tan necesaria cuando uno atraviesa esos trances donde las coordenadas de lo que uno considera "real" se difuminan y cualquier punto de apoyo conocido se vuelve inestable.
No me sorprendió que entre los discos se hallara la "Missa Luba", interpretada por Les Troubadours du Roi Baudouin, un coro de niños congoleses, inhallable en cd y que Dardo apreciaba sobremanera. Curiosamente, uno de sus temas forma parte de la banda sonora de If..., el "Sanctus", y es una canción de despedida.
Dardo, espero haberte podido ofrecer algo de consuelo y tranquilidad. Siempre te estaré agradecido por tu nobleza y lealtad. Y estoy convencido que siempre que ofrezca una charla o una clase estarás ahí.
Escuchá el Sanctus
Escuchá el Sanctus
1 comentario:
Hola soy Marta Gutierrez, compañera del querido Dardo, del grupo de Proust, gracias por tu despedida, en mombre de todo el grupo, un abrazo, Marta
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