Irena es una inmigrante serbia que intuye que si deja fluir sus deseos sexuales se transformará en pantera. Con esta básica premisa se construye uno de los mejores films de horror psicológico de la historia del cine. Dirigida en 1942 por Jacques Tourneur, Cat people fue la primera producción de Val Lewton en la compañía de RKO, una compañía que venía de producir nada menos que El ciudadano, de Orson Welles.
Lewton era un ucraniano educado en Berlín y los films que produjo (entre ellos La séptima víctima y El hombre leopardo) dejaron marca en el cine estadounidense por su mezcla de bajo presupuesto, delicada artesanía y toques poéticos. Lewton no buscaba el sobresalto del espectador sino involucrarlo con sus personajes e historias. Justamente, Irena es una heroína trágica que trata de rebelarse ante su destino pero termina siendo el más humano de los monstruos.
El film se inicia en un zoológico, donde Irena (Simone Simon) está bosquejando a una pantera atrapada tras los barrotes. Cuando intenta arrojar un papel a un cesto, le erra y le pega a Oliver (Kent Smith), que está comiendo junto a una compañera de trabajo. Lo que sigue es una típica escena de levante -el inconsciente le dicta a Irena llamar la atención de ese hombre- que concluye en la casa de la muchacha. Entretanto, al espectador le es permitido ver el bosquejo -una pantera ensartada en la espada de un santo- y observar la conducta de Irena en relación a Oliver, un ingeniero de clase media deslumbrado por la belleza y el exotismo de la muchacha ("Me gusta la oscuridad" se le escucha decir a ella. "Y oír los rugidos de las fieras" del zoo cercano.)
Lo cierto es que pronto se casan, condenándose al malestar porque Irena no cede ante los reclamos amorosos de Oliver. No se siente capaz de darle siquiera un beso. Por influencia de Alice (Jane Randolph), la típica compañera de trabajo bonachona -una mujer de avanzada que se permite fumar desembozadamente e instar a Oliver a que se case, pese a estar enamorada de él- Irena termina acudiendo a la consulta de un psiquiatra, el lascivo doctor Judd (Tom Conway), que se develará ineficaz en el terreno de una cura.
Estos cuatro personajes bailarán una danza macabra en la que Oliver y Alice quedaran alineados del lado de la "normalidad" -pese a que Oliver llegó casi a obligar al casamiento a Irena y Joan no tardó en transformarse en "la otra mujer"-, e Irena y Judd del lado de lo "otro", los que se cobijan bajo el instinto de muerte, mucho más atractivos e inquietantes.
La marca de la pantera logra parte de su gran efecto más por la sugerencia que por la mostración. (La remake de 1982 con Natassia Kinski como protagonista era casi pornográfica en su obsesión detallista de mostrar meticulosamente las transformaciones de la mujer en felino, aunque tenía el valor de la belleza de su protagonista y de la dirección de Paul Schrader). Inferimos la transformación en dos secuencias magníficas -la del seguimiento de Alice por la calle hasta que aparece el autobús y la de Alice en una piscina, rodeada de sombras acechantes- y sólo al final se nos permite ver que Irena no mentía y que estaba habitada por un espíritu trágico. La primera secuencia inquieta los nervios con sutileza: alternando el punto de vista de la acosadora -Irena- con el de Alice que se siente perseguida, para volver al de Irena. Vemos rastros de una presencia -unos arbustos que se mueven, ovejas muertas- y un rugido que se mimetiza en el ruido de un ómnibus que ingresa en pantalla imprevistamente. La segunda apela a la asombrosa fotografía de Nicholas Musuraka -que estableció muchas de las reglas de la fotografía que adoptaría el film noir; áreas de luz y sombra esfumadas casi geométricamente para crear climas y atmósferas incómodas e inquietantes.
Muchos críticos ven en este film un proto noir, no sólo por su fotografía y director (Musuraca y Tourneur fueron responsables en esos rubros en un exponente modélico del género, Retorno al pasado, de 1947), sino por algunas características como que los "buenos" -Oliver y Alice- son rubios y de una tranquilizante normalidad; Alice es "la chica para casarse" a la que siempre renuncia el héroe trágico del cine negro, mientras que Irena sería la morocha mujer fatal que busca su destrucción. Pero si el arma de la mujer fatal para atraer al protagonista de los primeros films noir era su sexualidad, aquí hay un rechazo racional de Irena (por razones de autopreservación) a recurrir a ese disparador. De hecho, hay datos para creer que podía ser una lesbiana que busca la amistad de un hombre por sentirse tan sola. Y cuando es reconocida por otra mujer gato –en la llamativa escena del restaurante donde se celebra la boda- la mujer la llama “hermana”. La sexualidad depredadora en Cat people queda para los personajes masculinos (Oliver obligando a Irena a casarse, el doctor Judd quebrando la barrera defensiva de Irena con su deseo por ella).
Retrospectivamente, la monstruosidad de Irena queda mitigada cuando uno ve que los personajes que hacen el bien en los films convencionales de la época aquí obran amoralmente: Alice, tan comprensiva y buenuda, le quita y se queda con su marido; el doctor Judd usa la excusa de la cura de su paciente para saciar sus propios instintos. Si hay una víctima aquí, es la pobre Irena.
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