El padrino (1972) es uno de los films más queridos por muchos espectadores y, además de ser muy exitoso, tiene su propia mitología. Francis Ford Coppola construyó una prodigiosa máquina narrativa, apoyado en las glorias visuales del director de fotografía Gordon Willis y con la base de la novela de Mario Puzo, uno de los mayores best sellers de todos los tiempos. Su gestación tuvo que superar numerosos obstáculos hasta que el producto llegó a las pantallas, el 15 de marzo de 1972. Tal proceso es la materia que alimenta a The Offer, la miniserie en 10 capítulos de Paramount +.
Conocidos son los relatos sobre tamaña empresa del propio director y de Robert Evans, director del estudio, responsable de dar luz verde a films como El bebé de Rosemarie e Historia de amor. Si una voz faltaba escuchar era la de Albert S. Ruddy, el verdadero productor de la película. The Offer llena ese vacío y es así como seguimos las múltiples vicisitudes guiados por la estampa y prestancia actoral de Miles Teller (Whiplash, The Spectacular Now, Top Gun: Maverick).
Ruddy tenía como antecedentes el trabajo en una empresa de computación y la creación de una exitosa serie televisiva y de dos películas menores cuando decidió embarcarse en la aventura. Amparado por Evans, con una alta dosis de audacia, acicateó a Puzo y Coppola para que terminaran un guion, consiguió que los mandamases aceptaran a Marlon Brando en el papel de Don Corleone –muy resistido por su divismo en los sets y una seguidilla de fracasos de taquilla-, y un actor casi desconocido en el rol de Michael: Al Pacino. Todas estas batallas –y otras que no vamos a enumerar- están narradas con agilidad. El guion abunda en información para que el espectador no se pierda en la referencia a tal actor y tal film, pero no agobia. La ambientación de la época es muy adecuada y el montaje parece seguir el pulso vital de Ruddy, hombre de grandes zancadas y logros que -aparentemente- no comprometían su dignidad.
A los innumerables pedidos de Coppola, a los intentos de recorte de presupuesto que intentaban los ejecutivos del estudio, interesados en hacer de las películas productos más que expresiones artísticas (la Paramount estaba en manos de una empresa petrolera, la división películas ocupaba una parte minoritaria), se suma que Ruddy también tuvo que enfrentar los requerimientos de la mafia neoyorquina, más precisamente de la familia Colombo. Los muchachos estaban preocupados por la imagen que la película podía crear de ellos y exigieron la lectura del guion, buscando con lupa todo aquello que intentara ridiculizar a la comunidad ítalo norteamericana, acordando finalmente que se suprimiera la palabra “Mafia”. Ruddy cruzó límites èticos al trabar amistad con Colombo (Giovanni Ribisi), provocando la ira de más de un ejecutivo, pero también consiguiendo que los permisos para filmar en locaciones se expidieran sin trabas y los sindicatos no dificultaran la producción.
La ficción que crean los guionistas tiene su punto fuerte en esta relación de la producción de El padrino con la misma Mafia, ya que hay detalles y situaciones que no se conocían en profundidad y son los que aporta la memoria de Ruddy. Otro de los puntales es la creación de personajes vívidos, que alternan frases para la posteridad con situaciones que relacionan las minucias de la producción con sus vidas cotidianas.
Ruddy, con la áspera masculinidad otorgada por Teller –que recuerda en mucho a la de George C. Scott- lleva a tal punto su cruzada que deja una hermosa novia atrás. Su secretaria Bettye, una rubia con una personalidad muy amiguera con los poderosos que le rinde jugosos dividendos a su jefe, está interpretada por Juno Temple, con un encanto similar al que suele emanar nuestra Inés Estévez en sus mejores interpretaciones. El excéntrico Robert Evans pierde una esposa –la bella Ali MacGraw- en el proceso pero gana un lugar para la posteridad por defender con argumentos y frases brillantes un film que veía como un número puesto. Interpretado por el inglés Matthew Goode, con gestos ampulosos y suave ironía en su tono de voz, queda muy bien parado. Colin Hanks interpreta un ejecutivo bilioso encargado de hacerle la vida imposible a Ruddy, Evans y Coppola en su afán por achicar gastos. Y Burn Gorman, como Charles Bluhdorn, el jefe de la compañía petrolera, si bien roza la caricatura con sus arranques a lo Dr. Insólito, los atenúa cuando se relaciona con la avispada Bettye.
Las veleidades artísticas de Coppola nunca lo hacen antipático. Por el contrario, tal como es encarnado por Dan Fogler, como un pequeño San Bernardo juguetón, resulta encantador. Ribisi se lleva las palmas como el capo di tutti capi; otra vez, si bien roza la caricatura, el guion y la interpretación le otorgan una calidez y una estatura que hacen comprensible que Ruddy no tema declararse su amigo.
Oh sí, también hay lugar para ver de dónde provienen frases como “Leave the gun. Take the cannoli” o cómo surge la idea de preparar salsa para los fideos en pantalla. También el cinéfilo descubrirá a Lou Ferrigno, El increíble Hulk de la serie televisiva, haciendo de Lenny Montana, un hampón que tendrá una importantísima intervención actoral en la película.
The Offer crea un mundo de luces rutilantes que integran la oscuridad del crimen organizado con la naturalidad con que en El padrino se puede matar a un cuñado. Una derivación harto lograda del producto original –hasta vemos cómo se escenificaron ciertas secuencias o cómo hizo Brando para seducir a a una platea improvisada en el sofá de su casa y quedarse con ese papel inolvidable-, el grado de verosimilitud que destila permite que olvidemos que se trata de otra iteración de la consigna business is business.
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