Dos buenas comedias, una romántica y otra de
reconciliación. Ambas involucran un personaje protagónico que se enferma
gravemente pero, sí, nos hacen reír, una de manera más dulce, la otra más
amarga.
En la primera, basada en una historia real, el cómico standapero Kumail Nanjiani (que se
protagoniza a sí mismo), de origen pakistaní, traba relación con la blonda
graduada en psicología Emily Gardner (la simpática Zoe Kazan). El romance crece
pero hay una diferencia cultural que parece insoslayable: si el muchacho se
casa con alguien que no pertenece a su cultura queda excluido de la familia,
todos ellos viviendo en Chicago. Ante la elección incorrecta de Kumail, Emily
cae gravemente enferma. A partir de allí, el pakistaní debe interactuar con los
padres de la muchacha (la notable Holly Hunter y el bonachón Ray Romano), que
no le guardan simpatía.
El film es lo suficientemente gracioso y puede enrolarse
en la corriente de los dirigidos por Judd Apatow (más cercano a Bienvenido a los 40 que a Ligeramente embarazada), aunque mucho más liviano en el tono de sus groserías y
más comprometido políticamente. Hay chistes sobre las minorías que no son
políticamente correctos, pero el film ancla su posición cuando el personaje de
Hunter sale a defender a Kumail ante la brutal agresión verbal de un asistente
a su espectáculo de stand up. Llegamos al esperado final feliz con el pulso
firme del director Michael Showalter, del que recordáramos Mi nombre es Doris, con la agradable Sally Field.
Muy distinto es el tono de The Meyerowitz; el director es Noah Baumbach, uno de los miembros
de la intelligentsia del cine independiente estadounidense, a quien le debemos Historias de familia, Margot y la boda y Frances Ha, entre otras. La narración gira en torno a una familia
disfuncional, cuyo patriarca (el gran Dustin Hoffman) fue un escultor que pudo
estar a la altura de los grandes pero terminó en la docencia, muy despreocupado
en el manejo de sus afectos, lo que lo ha llevado a casi recluirse con una
mujer excéntrica (maravillosa composición de Emma Thompson) que, a su manera,
lo cuida. El anciano que vive de quijotescas ilusiones, enferma, y ahí se
produce el reencuentro de los tres hijos, enemistados uno con otro los dos
varones (Adam Sandler y Ben Stiller), y distante la hermana, por las diferencias en el tratamiento dado
por el progenitor a cada uno a lo largo de una vida de bochornos y carencia de
recursos emocionales.
Baumbach es hábil en el retrato de situaciones cargadas
de muda desesperación, tamizada por un humor sensible. Como el reencuentro
entre el artista y el personaje de Ben Stiller, en un lugar muy exclusivo del
que se deben ir por las extravagancias paranoicas del padre, estímulos que
llevan a engancharse al hijo con experiencias que –adivinamos- han transitado
miles de veces. O los videos de la nieta que estudia cine, llenos de abusos
sexuales y situaciones violentas que, a la manera de una historieta, decantan
las obsesiones de una familia con un humor naif.
El guion es excelente, lo mismo la dirección de actores.
A destacar Adam Sandler, que se va develando un gran actor a medida que va
dejando atrás esos productos industriales a las que nos tenía acostumbrados. Y
decíamos comedia de reconciliación porque, hacia el final, los hijos pueden
desprenderse de la sombra de ese padre que les ha hecho tanto mal y –amén de
comprenderlo y perdonarlo- comenzar a andar sus propios caminos más liberados
de equipaje.
Publicado en Regia Magazine, diciembre 18 de 2017
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