16/1/17

El porvenir, de Mia Hansen-Løve

El film de Mia Hansen-Løve fluye como un río. Sin obstáculos, propulsado por la interpretación que Isabelle Huppert realiza de una profesora de filosofía que debe activar cambios varios en su vida. No sólo es abandonada por su marido o puesta en jaque por su madre –que atraviesa las vicisitudes de la senilidad-, también es despedida de la editorial en la que trabaja, y es cuestionada por los alumnos por su falta de compromiso político.
Lo antedicho haría pensar que estamos ante un film depresivo, del que hay que huir como de una plaga. Todo lo contrario. L´avenir  es un compendio perspicaz  de situaciones por las que todos podríamos atravesar en determinada etapa de nuestra vida, cuando el resultado deriva en vacíos difíciles de sobrellevar. De hecho, la libertad asusta y genera un gran desafío: ¿nos apegamos a los viejos y conocidos temores o nos sumergimos en el incierto océano del cambio?

La realizadora  –hija de una filósofa, con films como Edén, Primer amor, El padre de mis hijos, ganadora del premio a la dirección en el Festival de Berlín de este año- juega muy limpio, maneja los diversos materiales con habilidad y se mantiene alejada del mal gusto. Pero lo verdaderamente interesante es cómo el personaje de Huppert atraviesa aquellos obstáculos. Mujer determinada a que sus acciones coincidan con sus valores, los nuevos acontecimientos la enfrentan a más de una encrucijada. Pero un cerebro a prueba de balas -en concordancia con cierta sanidad emocional- puede lograr milagros.

 La menuda Huppert brinda aquí una de sus actuaciones más plenas. Corriendo de un lado para otro con sus piernitas chuecas y su cara blanqueada con lavandina, puede llorar tras haberse confrontado con su alumno favorito y, un segundo más tarde, partirse de risa al ver a su ex esposo por la calle, acompañado de una joven novia española.
Por cierto, no es por este tipo de roles por el que es más conocida. Otro film de este año, Elle, de Paul Verhoeven –que ya comentáramos- nos brinda esa Huppert a la que estamos más acostumbrados, desde la joven parricida de Violette Noziere a la abortista francesa tan amoral que es capaz de aliarse a los nazis en plena ocupación –Un asunto de mujeres, también del maestro Claude Chabrol, con el que colaboró en seis films. Una mujer perversa, en apariencia inescrupulosa,  capaz de arruinar la carrera de una joven discípula –poniéndole vidrios en el bolsillo del saco para que sus dedos queden inutilizados- con tal que no repita la vida que ella llevó, doblegada por su madre para sacrificarse estérilmente en aras del sacerdocio estético (en La pianista, de Michael Haneke).
De vez en cuando, Huppert –con 63 años y 45 de carrera- nos regala uno de estos retratos que destilan sutileza, que nos recuerdan que hay un ser humano detrás de esa apariencia alienígena,  como el que la hizo conocida en La dentelliere, un film del suizo Claude Goretta realizado en 1977. Allí era una joven anodina pero con un volcán de emociones que apenas se trasluce, especie de chaperona de una frustrada compañera de trabajo primero, y de un irresoluto estudiante de Letras después, dispuesto a  abandonarla por parecer  tan plana y tan simple.

Sólo hay otra gran actriz de su generación capaz de hacerle sombra en los tiempos que corren: Meryl Streep, más jugada al estrellato en los últimos tiempos, transformándose de película en película como un camaleón. Desbancada la otra gran Isabelle –Adjani, la que la opacara durante los años 70 y 80 por su belleza y la exhibición desmesurada de turbulencias en sus personajes- Huppert sostiene el cetro de la mejor actriz europea. Lo suyo no es el cambio de piel ni el desborde emocional, sólo una belleza seca, anodina, pasada por lavandina, pero capaz de iluminar la pantalla con una inteligencia y una sabiduría que muy rara vez son igualadas.
Ganadora de dos Palmas de Oro a la mejor actriz en el festival de Cannes, y de incontables premios internacionales, es muy probable que este año sea nominada para el Oscar a la mejor actriz. También es probable que no lo gane ante una estadounidense que –circunstancialmente- hizo lagrimear a las plateas. Pero sabemos que este es su año, y no hay nadie que pueda hacerle competencia; Huppert  es humana, pero tiene el don de situarse junto a los dioses.

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