El nuevo film de Todd Solondz (Happiness, Bienvenidos a la
casa de muñecas, Storytelling) es
una sátira que sigue el recorrido de un perro salchicha a lo largo de episodios
que representan cuatro edades del hombre: la infancia, la primera adultez, la
mediana edad, la vejez. Acá no importa si se trata del mismo perro, si el
animal es real o un efecto especial, lo que importa es la intención satírica
del realizador, gustoso de difuminar las fronteras de la corrección política.
El primer episodio cuenta la historia de un niño enfermo al
que le consiguen una mascota a la que cuidar (mejor cabría decir “torturar”).
El padre, sumamente autoritario, recomienda adiestrar al perro como se educa a
un niño: “quebrando voluntades.” La madre (una rellenita Julie Delpy, lejos de
la Antes del amanecer y sus secuelas)
mantiene diálogos delirantes con el pequeño sobre la necesidad de castrar a los
animales. En este contexto, una inofensiva barra de cereal puede provocar un
desquicio de proporciones cósmicas.
El segundo episodio tiene por protagonistas a la actual musa
del cine independiente, Greta Gerwig (Mistress
America, Frances Ha, entre
otras), y a uno de los hermanos de Mi
pobre angelito, Kieran Culkin (Las
locuras de Igby), como una muchacha desahuciada con nada mejor en la vida
que acompañar a un compañero del secundario –al que no veía desde hace años
pero al que siempre deseó en secreto- en un viaje donde lo menos insólito con
lo que se topan es con un matrimonio de chico y chica down. Aquí, los problemas de incomunicación entre los personajes
alcanzan un nivel ensordecedor, adoptando conductas de manual para enfrentar las
más sencillas de las situaciones.
Tras un intermedio entre juguetón y excéntrico, donde el
perro salchicha vende pochoclos, el tercer sketch
nos devuelve al gran Danny DeVito (director y protagonista de Tira a mamá del tren y La guerra de los Roses, gran cómico en Por fin
me la quité de encima y Gemelos,
inolvidable Pingüino en Batman vuelve) como un hombre en las
postrimerías de su carrera profesional de guionista, enseñando en una escuela
de cine donde nadie tiene mucha idea para qué se filma. No es el más logrado de
los cuatro episodios, aunque tiene un remate espectacular que gira en torno al
can.
Finalmente, la excelsa Ellen Burstyn (que hiciera de madre
tanto en El exorcista como en Réquiem por un sueño, y que
ganara el Oscar a la mejor actriz de la mano de Martin Scorsese en Alicia ya no vive aquí) tiene la oportunidad de encarnar a una octogenaria
cínica, que debe desprenderse de grandes cantidades de dinero para que su
disfuncional nieta (Zozia Mamet) la visite y los fantasmas de todo lo que
desdeñó en su vida no la atormenten.
El cine de Solondz no es para todos los estómagos, aunque en
esta ocasión no llega a los filos de Happiness,
donde un psiquiatra tiene la fantasía de salir con una escopeta y matar a la
gente que pasea por el parque, o las aberraciones de Palimpsesto, donde ¿casi? se aboga por el abuso sexual infantil. Sí
que en Perro salchicha hay varias
posibilidades de que el espectador experimente emociones contradictorias y
sensaciones de vergüenza ajena ante varias de las situaciones que se narran con
una mirada sostenidamente cruel y aséptica, a la vez. No es poco, dado lo que
el cine tiene para ofrecer hoy.
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