16/1/17

Stranger Things



Stranger Things es una serie de Netflix que tiene la virtud de brindar al espectador un conjunto de alusiones a películas  de la década del 80, mayoritariamente de horror y de ciencia ficción. Si con los primeros minutos uno cree que la cosa va a ir para el lado de Steven Spielberg –por el poster de Tiburón en la habitación de uno de los protagonistas y los recorridos en bicicleta de los jóvenes por zonas boscosas que remiten a E.T. el extraterrestre- pronto el tono predominante se transforma en el de John Carpenter, más oscuro y viscoso. Desde la música electrónica de los títulos hasta el barniz clase B que impregna cada fotograma recuerdan el universo del director de Noche de brujas y El enigma del otro mundo.
La narrativa habla de niños curiosos y un tanto freaks que disfrutan de esos productos y juegos relacionados –los de Star wars, los de Dungeons and dragons-  y los reviven en sus reuniones, hasta que uno de ellos desaparece en un mundo paralelo (¿Recuerdan Poltergeist, juegos diabólicos?). A partir de ese momento, los otros tres se pondrán a buscarlo, al igual que el jefe de policía del pueblo, la madre del niño y su hermano, todos personajes de alguna manera con daño psicológico o problemas de adaptación. El policía está habitado por el recuerdo de su hijita muerta, la madre del niño tiene comportamientos que rozan el delirio, el hermano es muchacho hosco y retraído por una infancia difícil y un padre que se desinteresó de su familia. Entre las víctimas, el niñito es caracterizado –por su propia madre- como muy sensitivo y queer,  y una adolescente pelirroja y gordita, que no se prende en las actividades de relación propias de su edad, también será engullida por ese espacio dark, una especie del otro lado de un espejo siniestro. También están los personajes adaptados a las reglas de la sociedad,  como la madre de uno de los niños, casada por comodidad y seguridad, llegando tarde a todos los acontecimientos. Luce un peinadito a lo Farrah Fawcett y un marido apático. Bien valorados serán los que se desplacen de esa zona de confort hacia la aventura, como su hija y el novio de ésta, uno de los ricachones del pueblo, estrella del deporte de la secundaria.
El trío de púberes consiguen una aliada insospechada en Eleven, una niña rapada con poderes paranormales y un pasado por demás misterioso, relacionado con los villanos de turno, una división de la CIA.  comandada por el doctor Brenner, interpretado por Matthew Modine, famoso por sus roles en Birdy y Nacido para matar, de Stanley Kubrick. La niña es uno de los puntales del programa, cada una de sus apariciones –dado por lo bien delineado de su personaje como por la capacidad interpretativa de Millie Bobby Brown-ejerce gran fascinación.

Una de las mejores secuencias es la que se da en casa del muchacho ricachón que intenta seducir a la joven adolescente, acompañada por su amiga gordita. El montaje alterna el momento de la iniciación sexual con la abducción de la amiga por la monstruosa criatura que domina el otro mundo.
Stranger Things resucita a Winona Ryder, con poca actividad después de su pequeño rol en El cisne negro y sus problemas de cleptomanía que le valieron titulares en la prensa mundial. Estrella juvenil de fines de los 80 y de la década del 90, tuvo grandes papeles en El joven manos de tijera, La edad de la inocencia, Chica interrumpida y Alien 4. Después, su estrella fue decayendo. Aquí brinda toda su capacidad interpretativa a la madre que busca a su hijo y a la que nadie le cree que puede comunicarse con él.
Sin embargo, el mayor placer que depara la serie creada por los hermanos Duffer –cuyo mayores antecedentes son un cortometraje galardonado y el largo Hidden, del año pasado- es el reconocimiento nostálgico de las alusiones a esas películas que nos hacían divertir 30 años atrás, ya sea a través de la pantalla del cine o de los videos que alquilábamos. Hay capullos y monstruos con guaridas parecidas a las de Alien, tanques de inmersión que recuerdan a los que utilizaba el científico de Estados alterados, niñas con poderes telekinéticos (Stephen King y su Carrie  privilegiados en la construcción del personaje  de Eleven), paisajes mentales con efectos especiales como los de Bajo la piel, juegos con luces y sonidos como en Encuentros cercanos del tercer tipo, etc.
El final deja un anzuelo para una continuación. Los espectadores, agradecidos.

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