Stranger Things es
una serie de Netflix que tiene la virtud de brindar al espectador un conjunto
de alusiones a películas de la década
del 80, mayoritariamente de horror y de ciencia ficción. Si con los primeros
minutos uno cree que la cosa va a ir para el lado de Steven Spielberg –por el
poster de Tiburón en la habitación de
uno de los protagonistas y los recorridos en bicicleta de los jóvenes por zonas
boscosas que remiten a E.T. el
extraterrestre- pronto el tono predominante se transforma en el de John
Carpenter, más oscuro y viscoso. Desde la música electrónica de los títulos
hasta el barniz clase B que impregna cada fotograma recuerdan el universo del
director de Noche de brujas y El enigma del otro mundo.
La narrativa habla de niños curiosos y un tanto freaks que disfrutan de esos productos y
juegos relacionados –los de Star wars,
los de Dungeons and dragons- y los reviven en sus reuniones, hasta que uno
de ellos desaparece en un mundo paralelo (¿Recuerdan Poltergeist, juegos diabólicos?).
A partir de ese momento, los otros tres se pondrán a buscarlo, al igual que el
jefe de policía del pueblo, la madre del niño y su hermano, todos personajes de
alguna manera con daño psicológico o problemas de adaptación. El policía está
habitado por el recuerdo de su hijita muerta, la madre del niño tiene
comportamientos que rozan el delirio, el hermano es muchacho hosco y retraído
por una infancia difícil y un padre que se desinteresó de su familia. Entre las
víctimas, el niñito es caracterizado –por su propia madre- como muy sensitivo y
queer, y una adolescente pelirroja y gordita, que no
se prende en las actividades de relación propias de su edad, también será
engullida por ese espacio dark, una
especie del otro lado de un espejo siniestro. También están los personajes
adaptados a las reglas de la sociedad, como
la madre de uno de los niños, casada por comodidad y seguridad, llegando tarde
a todos los acontecimientos. Luce un peinadito a lo Farrah Fawcett y un marido
apático. Bien valorados serán los que se desplacen de esa zona de confort hacia
la aventura, como su hija y el novio de ésta, uno de los ricachones del pueblo,
estrella del deporte de la secundaria.
El trío de púberes consiguen una aliada insospechada en
Eleven, una niña rapada con poderes paranormales y un pasado por demás
misterioso, relacionado con los villanos de turno, una división de la CIA. comandada por el doctor Brenner, interpretado
por Matthew Modine, famoso por sus roles en Birdy
y Nacido para matar, de Stanley
Kubrick. La niña es uno de los puntales del programa, cada una de sus
apariciones –dado por lo bien delineado de su personaje como por la capacidad
interpretativa de Millie Bobby Brown-ejerce gran fascinación.
Una de las mejores secuencias es la que se da en casa del
muchacho ricachón que intenta seducir a la joven adolescente, acompañada por su
amiga gordita. El montaje alterna el momento de la iniciación sexual con la
abducción de la amiga por la monstruosa criatura que domina el otro mundo.
Stranger Things
resucita a Winona Ryder, con poca actividad después de su pequeño rol en El cisne negro y sus problemas de
cleptomanía que le valieron titulares en la prensa mundial. Estrella juvenil de
fines de los 80 y de la década del 90, tuvo grandes papeles en El joven manos de tijera, La edad de la inocencia, Chica interrumpida y Alien 4. Después, su estrella fue
decayendo. Aquí brinda toda su capacidad interpretativa a la madre que busca a
su hijo y a la que nadie le cree que puede comunicarse con él.
Sin embargo, el mayor placer que depara la serie creada por
los hermanos Duffer –cuyo mayores antecedentes son un cortometraje galardonado
y el largo Hidden, del año pasado- es
el reconocimiento nostálgico de las alusiones a esas películas que nos hacían
divertir 30 años atrás, ya sea a través de la pantalla del cine o de los videos
que alquilábamos. Hay capullos y monstruos con guaridas parecidas a las de Alien, tanques de inmersión que
recuerdan a los que utilizaba el científico de Estados alterados, niñas con poderes telekinéticos (Stephen King y
su Carrie privilegiados en la construcción del
personaje de Eleven), paisajes mentales
con efectos especiales como los de Bajo
la piel, juegos con luces y sonidos como en Encuentros cercanos del tercer tipo, etc.
El final deja un anzuelo para una continuación. Los
espectadores, agradecidos.
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