16/1/17

Sully. Hazaña en el Hudson, de Clint Eastwood


Basado en la acción del piloto Chesley Sullenberg, que en 2009 logró que su avión acuatizara sobre el río Hudson, evitando la muerte de 155 pasajeros, el nuevo film de Clint Eastwood tiene muy poco para ofrecer. Nadie puede decir que no sea un film correcto, indigno de los antecedentes de quienes lo realizan, pero el nivel de redundancia y banalidad para rellenar una crónica periodística y transformarla en la épica de un sólo hombre que -desafiando las órdenes de la torre de control, toma sus propias decisiones- agotan al espectador durante los 95 minutos de duración.


Si bien los efectos especiales son dignos de destaque, la reiteración de la secuencia del aterrizaje, con toda su espectacularidad, no alcanza para dotar de adrenalina el relato. Para peor, las escenas de juicio y los diálogos telefónicos del protagonista con su esposa -una desperdiciada Laura Linney- parecen extraídos de la más rutinaria de las series televisivas. Tom Hanks, con todo lo buen actor que es, no alcanza para llenar los baches. Ya lo hemos visto hacer de héroe anónimo unas cuantas veces -este mismo año, en la superior Puente de espías, donde Spielberg lo llevaba al otro lado del muro de Berlín a hacer lo correcto, no sólo para su familia, sino también para la sociedad estadounidense y la democracia (Familia, Sociedad Estadounidense y Democracia, todo con mayúsculas, tal la intención de este tipo de films.)
Hanks ha sabido construir a lo largo de su extensa carrera una imagen estelar que es una amalgama del James Stewart de Caballero sin espada y del Henry Fonda de El joven Lincoln, muy apartada de sus orígenes cómicos en Despedida de soltero o Quisiera ser grande. Entonces, aparece el bueno de Tom con su cara de Droopy, totalmente canoso para la caracterización, y ya sabemos lo que viene a continuación…
Las escenas donde se apela a la construcción del héroe popular -con los concurrentes a un bar, con una empleada del hotel- resultan por demás falsas y embarazosas. Sabemos que los estadounidenses siempre necesitan de otro héroe para verse como los salvadores del mundo. Y está bien, si es un cuentito que se inventan para consumo interno. Pero esto lo vemos en las pantallas de todo el mundo…

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