Un
ladrón con estilo marca la última aparición en pantalla de
Robert Redford, según el mismo anunciara, dándole un cierre a una carrera de
más de 5 décadas en el mundo del entretenimiento estadounidense.
El film –producido por el mismo actor, construido a su
medida- es simpático pero menor, más apoyado en las interpretaciones que en la
deslucida dirección de David Lowery. Ambientada a principios de los años 80,
narra la historia –basada en hechos reales- de Forrest Tucker, un ladrón de
bancos añoso que utiliza como armas la persuasión y los buenos modales. En su
derrotero de caballero andante se cruza con una viuda –la siempre sutil Sissy
Spacek- a la que seduce con habilidosas triquiñuelas. La frecuencia de los
robos lleva a que un policía, interpretado por Casey Afflek –más cansino que lo
acostumbrado- comience a seguirle la pista. Hay otras estrellas que siempre es
agradable ver, como Danny Glover y Tom Waits, como compañeros de correrías de
Forrest. También se los ve a Keith Carradine y Elizabeth Moss (Mad Men, El cuento de la criada), que de tanta presencia en series y
películas recientes terminamos por creer que es una vecina nuestra.
Sin embargo, el plato fuerte es Redford a los 82 años,
con las arrugas tan profundas como la falla de San Andrés y vestigios de su
donaire, que lo llevara a ser un gran galán desde su primer éxito, Descalzos en el parque (1967), una
comedia de Neil Simon co-protagonizada por una grácil Jane Fonda, con la que
formaran rubro en otras dos ocasiones, El
jinete eléctrico (1979) y Nosotros en
la noche (2017).
Butch
Cassidy (1969), un western romántico en el que una pareja de
ladrones de bancos compartía el amor por la misma mujer, lo lanzó al
estrellato. Los antihéroes que componían con Paul Newman, otro de los pesos
pesados de la taquilla, fue tan magnética que cuatro años más tarde volvieron a
juntarse para la oscarizada El golpe,
donde eran un par de pícaros estafadores en la época de la depresión económica.
Tras muchos rodeos y correcciones en el guion, aceptó un
papel ingrato –en vez de quedarse con la chica idealista se iba con una
millonaria, ocupándose raramente de la hija que tenía con la otra- junto a
Barbra Streisand en uno de los hitos sentimentales de Hollywood, Nuestros años felices (1973), dirigido
por Sidney Pollack, que además de ser su amigo lo tenía como actor fetiche;
hicieron 7 películas juntos.
También fue El gran
Gatsby (1973) junto a Mia Farrow, en una super producción que no dio los
resultados esperados.
Todos
los hombres del presidente (1976) lo juntó con Dustin Hoffman en
un thriller superlativo basado en el
reciente caso Watergate, donde dos periodistas desovillaban la madeja que
llevaría a la caída del presidente Nixon.
En 1980, debuta en la realización con Gente como uno, una mirada sencilla y
sensible a una familia destrozada por una madre narcisista. El film estuvo
nominado para varios premios Oscar y, entre otros, se llevó el de mejor
película y mejor director. Ese mismo año, crea el hoy prestigioso Festival de
Sundance, para la promoción del cine independiente.
Cuatro años después, regresa como actor junto a Glenn
Close en El mejor, y a Meryl Streep
en la multipremiada Africa mía. Aquí ya empiezan a notarse los estragos del excesivo
sol sobre la piel de su rostro –siempre fue un deportista y fan de la vida al
aire libre-, que empieza a lucir muy apergaminado, tanto que es necesario anteponer
filtros para que vuelvan difusa la imagen y las arrugas se esfumen.
Pero Redford nunca fue sólo una cara bonita: el paso del
tiempo demostró que podía seguir seduciendo mujeres jóvenes en pantalla apoyado
en su carisma, sin abandonar el favor, el apoyo y la complicidad de la platea
masculina. Propuesta indecente (1993) fue un éxito de
proporciones; allí Demi Moore fantaseaba con dejar a su marido por pasar una
noche con el ricachón que él encarnaba a cambio de un millón de dólares.
Como realizador ha sido un buen narrador de historias,
carente de un estilo propio pero obteniendo siempre buenas actuaciones de su
elenco. En su filmografía destacan Nada
es para siempre (1992), un relato a lo Hemingway por su ambiente y su
parquedad, protagonizado por Brad Pitt, -al que muchos han señalado como el
heredero de su estelaridad –por su estilo de actuación moderado y humilde- y
con el que coprotagonizaría un par de películas. Otro de sus logros fue El dilema (1994), donde desnudaba las
trampas detrás de un famoso programa de preguntas y respuestas. Y también se
recuerda El señor de los caballos
(1998), otro drama romántico junto a Kristin Scott Thomas, donde quedaba al
desnudo su pasión por los equinos.
Con una vida libre de escándalos, un matrimonio muy largo
con Lola van Wagenen, -una mormona con la que tuvo sus hijos-, romances ocultos
-con Barbra Streisand, entre otras-, una largas relaciones públicas -con Sonia
Braga- y, una boda en 2009 con una pintora con la que sigue unido, el rasgo
predominante de su personalidad siempre ha sido la sobriedad. Declarado
budista, siempre afiliado al partido demócrata, luchador incansable ante los
abusos de las plantas de energía nuclear que amenazan con sus avances el medio
ambiente, el viejo y noble Redford siempre ha sido un ejemplo de integridad y
mesura que resulta digno de admiración.
Publicado en Regia Magazine, el 22 de marzo de 2019
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