Un film que reúne los talentos de Isabelle Huppert y el
escritor-director irlandés Neil Jordan no puede ser más que una caja de
sorpresas.
Con esta intervención, la Huppert inserta sus piernitas
chuecas en una tradición recorrida por grandes actrices que, en el ocaso de sus
carreras, aceptaron proyectos relacionados con el film de horror. Como ejemplos
podemos mencionar a Bette Davis y Joan Crawford en ¿Qué pasó con Baby Jane? (1962), la Davis y Olivia de Havilland en Cálmate dulce Carlota (1964), Simone
Signoret en Games (1967), Geraldine
Page y Ruth Gordon en ¿Qué fue de tía
Alice? (1971), Debbie Reynolds y Shelley Winters en ¿Qué la llevó a matar? (1971), otra vez la Winters en ¿Quién mató a la tía Roo? (1971) y Gran Bollito (1977). Este subgénero se
llamaba Grande Dame Guignol, y
siempre tenía como protagonista a una mujer mayor mentalmente inestable que
aterrorizaba a los que estaban a su alrededor. Una diferencia sustancial es que
Huppert está a años luz de su crepúsculo estelar, que se toma a la chacota su
actuación con deliciosa ironía, y que está dirigida por un realizador de gran
riqueza imaginativa.
A Jordan le debemos films tan disfrutables como Mona Lisa (1986), El juego de las lágrimas
(1992), Entrevista con el vampiro
(1994), La inocencia perdida (1997) y
Desayuno en Plutón (2005), donde bajo
el paraguas protector de géneros cinematográficos como el thriller psicológico
o el film de horror, inoculaba grandes dosis de un romanticismo oscuro y
decadente a personajes atrapados en espacios liminales, ya sea entre la
realidad y lo que imaginan, el encorsetado binarismo de la heteronormatividad,
o la cordura y la locura.
Greta
está más cercana a la experimentación que el director ensayó en Dentro de mis sueños (1999), donde un ama de casa trababa relación a través
de su mundo onírico con un asesino serial, intentando obstaculizar sus próximos
homicidios. Las ensoñaciones permitían que Jordan saltara por alto muchos cómos
y porqués que la trama reclamaba. El film no estaba logrado pero destacaba por
su imaginería y su audacia, demasiado arriesgadas para una empresa comercial.
Greta perfecciona y domestica ese intento para que el
espectador no se pierda en las marismas del relato y pueda tragarse sapos como
la presencia inesperada en los lugares menos sospechados de su magnética
protagonista, que atrae con sus cantos de sirena a una jovencita (Chloë Grace
Moretz, su carita de nada a la altura de las circunstancias) que atraviesa el
duelo por la muerte de su madre. La atracción entre ambas se da a un nivel
psíquico (ya en los títulos, con la voz satinada de Julie London entonando Where are you? se tiende la red es en
busca de cosecha) y es tan poderosa como para permitir que la muchacha se
someta a los designios de la Gorgona, que apila gráciles cuerpos femeninos al
son de un metrónomo y ofrece el manto protector de la muerte.
El film cuenta con muchas de las características de un
clase B pero con los lujos de producción de un clase A, lo que permite que
Nueva York luzca como una sucursal otoñal del infierno, la modesta vivienda de
Greta tenga los ocultos pasadizos de un castillo medieval, y Jordan se
consienta el lujo de tener a su actor fetiche, el gelatinoso Stephen Rea,
haciendo una modesta colaboración como un detective que está muy cerca de tocar
el sol con las manos.
Huppert descolla, hinca el diente a su personaje y
contagia su fruición a la platea, la cara más blanca que nunca (¿un homenaje a
Baby Jane?), el pelo pajizo que recuerda el de algunos muñecos, una Chucky
añosa y con faldas, con un alambicado acento francés sobrevolando su inglés de
academia, lo que suma en esa extrañeza a lo condesa Bathory que esplende su
composición. Hay una escena en un restaurante de alta categoría donde la
muchacha se desempeña como moza en la que uno se pregunta hasta dónde va a
trasgredir las normas del decoro esta mujer, creando una tensión inusitada y
desbordando todas las expectativas. En otra, tras lograr un deleznable objetivo,
Huppert se permite unos pasitos de danza que valen el costo de la entrada de
cine.
Film menor y divertido -si uno se rinde a su lógica
implausible- también termina siendo instructivo si uno ignora con qué fines
prácticos se utiliza el jugo de espárragos.
Publicado en Regia Magazine, el 21 de marzo de 2019
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