Dos films recientes transitan los caprichosos senderos
del realismo mágico.
Uno es Burning,
del sur coreano Lee Changdong, conocido en nuestro país por Poesía (2010), que adapta un cuento de
Haruki Murakami (Quemando graneros), a su vez inspirado en otro de William
Faulkner.
Lee Jongsu, un joven repartidor de delivery (un abombado Yoo Ahin) se encuentra casualmente con una
vecina de su pueblo a la que no veía desde su infancia, la excéntrica Haemi,
(Jun Jongseo, fascinante), quien se constituirá en un disparador para que -a la
larga- el título que se labró en escritura creativa tenga un sentido en su
vida. La muchacha es promotora en un paseo de compras pero posee una vida
espiritual que la ha llevado a estudiar pantomima, pelando naranjas
imaginarias, dueña de un gato que dejas rastros pero podría no existir, y
encendiendo la chispa de la obsesión amorosa en el muchacho que, para colmo de
males, debe regresar a su pueblo porque el padre va a ser encarcelado por los
daños que ocasionó en uno de sus tantos accesos de ira.
Haemi, -uno de los personajes mas atractivos que haya
dado la pantalla en los últimos años-, como un diapasón lírico, alienta nuevos
panoramas en la rutinaria vida de Lee Jongsu, ampliándole la percepción de que
existe mucho más en este universo que lo que pueden registrar los ojos. De
regreso de un viaje a África en busca de nuevas experiencias espirituales, la
muchacha se trae bajo el brazo a otro compatriota, el enigmático Ben (Steve
Yeun, de The Walking Dead, tan sexy
como inexpresivo), que oculta más secretos que la esfinge detrás de la fachada
de un hedonismo parco.
Conformado un triángulo amoroso en que los lazos son tan
etéreos como ambiguos, se instala un misterio casi insondable… si a uno no le
gusta interpretar metáforas. La imaginación literaria del protagonista
-alimentada por la curiosidad, la intuición y otras formas de conocimiento no
tradicionales- encontrará una resolución por demás drástica para esta historia,
habiendo transitado entre tanto por la escritura y la afirmación de su propia
identidad como individuo.
Siendo el cuento de Murakami apenas un esqueleto de 10
páginas, pleno de incertidumbres y agujeros negros informativos, resulta admirable
la adaptación de Lee Changdon, porque ha trasladado la acción del Japón a Corea
del Sur y nos ofrece un vislumbre de una sociedad marcada por el consumismo,
donde la juventud es material descartable, obligada por la precarización
laboral y la alienación parental. Que el personaje de Ben sea de un nivel
social superior, que vive el trabajo como un juego, deja atisbar que una sorda
lucha de clases alimenta la ira de los que están doblegados, generación tras
generación.
Si el realismo mágico de Burning parte de un misterio que no desciende al mundo de la
representado, pero que se oculta y palpita detrás de muchas de las situaciones
planteadas, es un logro del director que los espectadores aceptemos la
perspectiva realista y la perspectiva mágica de la realidad como si estuvieran
a un mismo nivel, sin juzgar una en desmedro de la otra.
El otro film es Border,
donde el realismo mágico permite la mezcla de lo improbable y de lo mundano,
incluso cuando lo poco plausible tenga un componente sobrenatural. Dirigido por
el sueco de origen iraní Ali Abbasi, adaptado de un cuento de John Ajvide
Lindqvist (Criatura de la noche, de
Tomas Alfredson, se basaba una novela suya; tuvo una versión estadounidense: Déjame entrar), introduce un mito escandinavo -el de los
Tina (Eva Melander) es una mujer de rasgos grotescos, que
tiene un padre internado que sufre de demencia y vive en una cabaña de su
pertenencia con un hombre que adora a sus perros y, literalmente, la vive, para
no decir que la desprecia. ¿Un problema de autoestima? Sí, Tina no es una mujer
agradable a la vista, su rostro parece más el de un animal que el de un ser
humano, pero su extraordinario olfato le permite trabajar en la aduana, donde
con eficacia logra hacer detener a quien intenta pasar drogas o material
pornográfico. Tina puede oler la vergüenza, la ira, el temor en los seres
humanos. Hasta que se cruza en su camino Vore (Eero Milonoff), tan monstruoso
en sus rasgos como ella, un ser que tanto oculta como devela.
A medida que el relato se desarrolla, -entre atmósferas
propias del cine de horror, encuentros sexuales bestiales y sorprendentes, un
caso de pornografía infantil, intercambio de bebes-, Tina se irá afianzando
como individuo, reconociendo su naturaleza fronteriza, su humana capacidad para
el bien, la inestabilidad de su identidad en un mundo donde los padres ultrajan
a su progenie y los marginados buscan venganza.
Film curioso, ganador del premio Un Certain Regard en el último Festival de Cannes, nominado para el
Oscar al mejor maquillaje, no es para todos los gustos, y exhibe la capacidad
disruptiva del realismo mágico al disolver las fronteras entre lo realista y lo
mágico, que generalmente son dos categorías en oposición. Y también las de lo
humano y lo animal, lo femenino y lo masculino, lo bueno y lo malo, y un largo
etcétera.
Publicado en Regia Magazine, el 7 de marzo de 2019
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